El cuento de las comadrejas

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

El director Juan José Campanella vuelve al ruedo después de abrazar el Oscar con El secreto de tus ojos a la "mejor película extranjera", y de transitar por el cine de animación con Metegol. El cuento de las comadrejas es la remake de Los muchachos de antes no usaban arsénico, de José Martínez Suárez,estrenada en 1976.

Con una eficaz combinación de humor negro y suspenso, al estilo de El quinteto de la muerte, el realizador reversiona la historia de Mara Ordaz -Graciela Borges-, una diva de la época dorada del cine que vive rodeada en una vieja casona por Pedro De Córdova -Luis Brandoni-, su pareja, un actor de reparto confinado a una silla de ruedas; Martín Saravia -Marcos Mundstock-, un guionista cinematográfico frustrado y Norberto -Oscar Martínez- un director de cine obsesionado con la cacería de comadrejas que circulan por el lugar.

Allí los cuatro conviven en base a recuerdos, enfrentamientos y celos mientras mantienen un estilo de vida que ya no existe. La llegada de Francisco -Nicolás Francella- y Bárbara -la española Clara Lago, acá con acento bien argento- dos jóvenes aduladores de la carrera de Mara, pondrán la "tranquilidad" del cuarteto a prueba.

En el comienzo, una comadreja se prepara para atacar a una gallina en lo que funciona como alegoría de lo que vendrá. Campanella construye un universo nostálgico en un escenario sobrecargado que también es un personaje más dentro la historia. A través de diálogos filosos entre los protagonistas se percibe que hay mar de fondo a pesar de los largos años de amistad que los une. 

El relato no traiciona al filme original, lo profundiza y presenta cambios sobre el desenlace, ostentando una atmósfera de peligro inminente, muy al estilo Hitchcock, similar a la danza letal de la comadreja sobre su presa.

El fuerte de la propuesta está en las actuaciones: Borges entrega una Mara impecable que vive gracias a la admiración de los demás -o al menos eso cree- mientras contempla sus éxitos en el microcine. El resto suma dudas, acidez y frustraciones con suma destreza.

Al humor ácido y destructivo que se desprende de varias escenas se observa una mirada cáustica sobre la pareja, la amistad y el glamour perdido en una trama salpicada por flashbacks, que encierran algunos secretos del pasado.

La nueva película de Campanella tiene todo para conquistar al público, entre guiños, afiches, referencias -Bárbara es por Bárbara Mujica- y vueltas de tuerca que hacen a la historia tan atractiva como laberíntica, sin dejar de lado el sarcasmo.