El cuarto azul

Crítica de Lilian Lapelle - Cine & Medios

Amor e inestabilidad

Una pareja se encuentra regularmente en un hotel, ambos están casados, la relación es secreta y lo que pasa ahí adentro solo ellos lo saben. Aunque cada uno lo ve a su manera.
La película que comienza con una apasionada escena en el hotel, continua con el hombre solo (Mathieu Almeric), sentado frente a un juez, explicando los hechos, perdido, sin entender del todo lo que sucede.
El espectador recibe las pistas de a poco, entre relatos y flashbacks va armando la historia. Ha habido un asesinato, y el juez debe averiguar si los amantes lo han planeado juntos.
Las cosas son distintas cuando se recuerdan, reflexiona el protagonista al escucharse contando una historia que suena tan diferente al relatarla.
La mujer en cuestión (Stephanie Cleau) no cuenta las cosas de la misma manera, y el espectador queda así atrapado en la historia.
"El Cuarto Azul" es una historia que parece simple, pero va mucho mas allá de un relato sobre infidelidad, la tensión es constante, dos simples personajes son el reflejo de burgueses aburridos, incapaces de escapar de sus vidas familiares, que utilizan la pasión como un atajo para salir de sus monótonas vidas.
El color azul de la habitación recorre sutilmente todo el filme, y es el mismo azul de las paredes del juzgado, donde alguien dará un veredicto -justo, o no- y le dará final a una historia llena de suspenso y tensión, que atrapa desde el comienzo, y que muy de a poco suelta los hechos hasta llegar al final.
Mathieu Almeric realiza una gran interpretación de Julien, así como una prolija, clara y precisa adaptación de la historia de Georges Simenon.