El cuarto azul

Crítica de Carlos Schilling - La Voz del Interior

El más oscuro de los malentendidos

El cuarto azul lleva al cine una novela de George Simenon. Una historia de amor y de muerte, en la que la trama tiene estructura de rompecabezas.

No es fácil trasladar el espíritu del novelista George Simenon al cine. Su estilo tan particular no tiene una inmediata traducción en imágenes. Y tal vez por ese motivo, el actor y director Mathieu Amalric junto con la guionista y actriz Stéphanie Cléau decidieron adaptar la novela del gran escritor belga como lo hubiera hecho Alfred Hitchcock, con más atención en el misterio que en los seres humanos y en la atmósfera social que los rodea.

Si bien esos elementos están presentes en El cuarto azul, lo que se impone es la reconstrucción del caso, a partir del burocrático proceso judicial. Es una historia de amor y de muerte. Pero por la estructura de rompecabezas de la trama, levará un buen rato saber quién o quiénes son las víctimas y quién o quiénes los asesinos. Esa necesaria complicación narrativa no sólo duplica o refuerza el enigma sino que también proyecta el malentendido central del relato a los propios espectadores. La película sale fuera de sí misma y así le suma una dimensión más a la ficción.

Como ya es un tópico en el cine francés, todo empieza con una escena sexual. Pero aquí está tremendamente justificada, porque en el diálogo posterior entre los dos amantes, Julien y Esther (interpretados por los mismos Amalric y Cléau) se cifra buena parte del malentendido que originará todo el caso. Las cosas que se dicen no significarán lo mismo para cada uno de ellos y también cambiarán de sentido a los ojos del juez de instrucción.

El punto de vista es el de Julien, un ingeniero agrónomo al que le va bastante bien, con una hermosa casa en la afueras, una mujer que no parece sospechar nada y una hija pequeña. Lo que siente por su amante, al menos en su relato retrospectivo, resulta ambiguo. Tal vez ni él mismo lo sabe. En los interrogatorios a los que lo someten los investigadores y el juez, se lo ve en un estado de estupefacción constante, como si fuera incapaz de entender por qué sus propios actos y sus propias palabras son usados en su contra.

La reticencia de información y la economía de medios es la marca más visible de El cuarto azul. Dura sólo 76 minutos y cada uno de esos minutos está cargado de tensiones y de dobles sentidos. "La vida es diferente cuando la vives que cuando la cuentas después", dice Julien en un momento. La película se hace eco de esa distorsión y la lleva a sus máximas consecuencias.