El cuarto azul

Crítica de Álvaro Fuentes - La cueva de Chauvet

Contra el psicologicismo ambiguo de cierto policial francés

La habitación azul es una película de Mathieu Amalric que en el festival de cine de Mar del Plata del año pasado tuvo muy buena recepción. Se trata de una realización francesa enmarcada en el género policial, basada en una novela del belga Georges Simenon. Leía en algún lado que saludaban con entusiasmo que La habitación azul hiciera evocar el cine de Claude Chabrol.

Hay ciertos rasgos que parecen caracterizar a esta tradición policial francesa, como marca de estilo que la diferencia del cine policial norteamericano e incluso del inglés. Por ejemplo cierta propensión, que podríamos catalogar de psicologicismo, a remarcar los estados subjetivos de los personajes. No se trata simplemente de presentar una psicología del personaje funcional a lo que se va a contar, sino provocar en el espectador determinados efectos psíquicos con el fin de interpelarlos de alguna manera. En La habitación azul ciertas tomas iniciales de una habitación inundada de luz en que dos amantes tienen sus encuentros románticos, sirven para transmitir el idilio que vive un personaje envuelto en una relación extra-matrimonial. Luego se recrea la perplejidad que experimenta ante las sospechas que recaen sobre él cuando se comente cierto crimen en apariencia relacionado con sus actos de infidelidad. El espectador no sabe si se trata de una perplejidad real o si es tan solo un camuflaje para evitar ser descubierto.

La película va relatando una serie de interrogatorios a dicho personaje, en los que el espectador recibe gradualmente la información de los crímenes que se cometieron. Lo que nunca sabe fehacientemente, como ya dije, es qué está pensando en su interior el interrogado. Se ve que quiere preservar la relación con su esposa y su hija. Parece sufrir al ver amenazada esa perfecta institución familiar que él mismo puso en riesgo movido por la tentación carnal. Pero no sabemos si fue responsable o no de los crímenes, y si es culpa lo que verdaderamente siente.

El final también es ambiguo. Uno puede sacar conclusiones, pero todo está sugerido y no del todo explicado. Los hechos parecen indicar lo que ocurrió, pero el margen de interpretación subjetiva del espectador es posible.

Identificación y suspenso

Chabrol, director francés desde los años sesenta, quiso reformular en su cine el modelo hitchcockiano de suspenso trabajando en muchas de sus películas el elemento ya mencionado de la ambigüedad psicológica. Similar reformulación del modelo clásico puede verse en la película La habitación azul. En mi opinión, un exceso de psicologicismo y ambiguedad puede matar el suspenso, entendido este último como cierta tensión dramática que debe vivir el espectador frente a hechos inquietantes y misteriosos.

Hay que decir que en el policial hitchcockiano también hay un uso de la ambigüedad y el psicologicismo, pero mucho más claro que en este tipo de policial francés. El ejemplo de La sombra de una duda lo muestra claramente: la permanente ambigüedad de ese tío que llega de lejos es efectiva porque hay otro personaje, la sobrina, que primero se ve encandilada por todo el encanto del recién llegado y luego comienza a sospechar de su apariencia impoluta. Gracias al personaje que sospecha se produce el famoso efecto de identificación. O en La dama desaparece, cuya protagonista está segura de lo que vio en el tren pero ante la negación categórica del resto de los pasajeros, se siente desconcertada y llega a dudar de su propia cordura. La ambigüedad está puesta para generar identificación con ciertos personajes, para hacernos partícipes de su estado de desconcierto.

En La habitación azul no hay ningún personaje que vehiculice y direccione hacia un punto claro las sospechas del espectador, que son caóticas y disgregadas. Todos los personajes son fachadas impenetrables a nuestros ojos. La información que se brinda sobre cada uno de ellos es fragmentaria, lo que atenta contra el proceso de identificación que requiere el policial de suspenso para funcionar con naturalidad. No sabemos lo que piensan esos personajes, ni hasta qué punto saben o no lo que está ocurriendo a su alrededor. Son como autómatas sin alma que no despiertan emociones.

Muchos se quejan cuando se dice que el cine francés es aburrido, pero realmente con el policial chabroliano se atenta precisamente contra el concepto de suspenso entendido en términos de entretenimiento. El cine debe captar la atención total del espectador y cautivarlo, activar sus emociones, hacerlo salir de su propia realidad y ofrecer el simulacro de una existencia ajena. El policial francés a lo Chabrol intelectualiza el policial de entretenimiento, mata su fuerza dramática, se detiene interminablemente en el problema de los móviles. Adscribe a una libertad interpretativa que más que hacer partícipes a los espectadores dificulta que se involucren con la historia, los confunde y los hace tomar distancia. Vuelve a los personajes seres artificiales, con psicologías ocultas, fríos y maquinales, y desde mi punto de vista poco verosímiles.