El contador

Crítica de Agustina Tajtelbaum - Toma 5

“El contador”: Quien mucho abarca

Este drama policial comienza con un planteo de lo más atrapante: Raymond King (el oscarizado J.K. Simmons) es un agente gubernamental que trabaja para el departamento del tesoro y sólo quiere una cosa antes de retirarse en su aburrida carrera: atrapar a alguien que conoce como “el contador”. Para eso pone a su joven becaria a hacer el trabajo duro y tedioso de la investigación. ¿Quién es este enigmático personaje? Un supuesto genio matemático que audita a organizaciones como carteles narco o traficantes de armas para encontrar fugas y robos en sus propias filas.

Naturalmente, este hombre tan buscado que últimamente utiliza el seudónimo de Christian Wolff es Ben Affleck. Pero para cambiar de rubro por un rato, Wolff decide tomar el caso de un cliente legal. ¿Por qué lo hace? No parece algo que haría una persona con su forma obsesivamente ordenada de vivir. Es que Wolff padece una especie de autismo que ha desarrollado su inteligencia al máximo pero lo hace incapaz de socializar muy bien que digamos. Siempre es mérito del director escribir un papel inexpresivo para un actor inexpresivo como Ben Affleck. Aun así no nos convence de los problemas psicológicos delicados de Wolff, y acaba siendo una de las peores interpretaciones de su carrera.

A medida que avanzamos, descubrimos que el agente King no es el único que busca a Wolff. Un cliente insatisfecho ha contratado un grupo de asesinos a sueldo que rastrean al contador para terminar con su lucrativo negocio. Como para terminar de enredar las cosas, descubrimos que en su infancia fue criado junto con su hermano por un padre cruel que los forzaba a un duro entrenamiento físico. Es una combinación entre Daredevil y Karate Kid. Por lo tanto, el contador también sabe pelear y utilizar casi cualquier tipo de armas, lo que lo convierte en una perfecta máquina de matar además de un genio matemático. Demasiadas cualidades convierten a este personaje en una especie de superhéroe.

Respecto al resto de los personajes, destacan por lejos el trabajo de J.K. Simmons y los breves momentos de aparición de Jeffrey Tambor que se roban la pantalla. Es una pena que no se haya desarrollado su personaje más en profundidad. Por otro lado, Jon Bernthal sorprende en su papel de asesino a sueldo. Podría haber creado una réplica de su Punisher y estaría bien, pero en su lugar creó un hombre de acción inteligente y calculador, pero sarcástico y con momentos de humor. Son estos tres los que salvan la película con sus magníficas interpretaciones. Y cabe mencionar el papel de Anna Kendrick que se parece bastante a los papeles que usualmente hace.

Una película que arranca muy arriba, con un planteo más que interesante, pero que se va desinflando a lo largo de su extensión. El guión parece haber querido abarcar más de lo posible con su personaje principal, su estado mental y su pasado. Esto lleva a que ninguna cualidad de desarrolle realmente, sino que parece más un rejunte de características que no han logrado homogeneizarse para crear un personaje creíble o humano. La resolución no sorprende ni cierra la historia en forma satisfactoria, por lo que nos dejará gusto a poco. Una excelente idea con grandes actores, pero que se queda a mitad de camino.