El conspirador

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Interesa, pero el tema daba para más

Luego de varios años. Robert Redford volvió a la dirección para hacerse cargo de la primera producción de The American Company, estudio dedicado solamente a películas que revelen con fidelidad algún tema surgido de la historia estadounidense. Lamentablemente una cosa es la historia y otra el cine, y aunque la combinación de ambas puede derivar en obras fascinantes, no es precisamente el caso de «El conspirador, un film demasiado rígido y hablado, que no logra volver realmente interesante un momento tan grave de la historia norteamericana como el juicio contra los responsables del complot para asesinar al presidente Abraham Lincoln.

Dado que el tristemente célebre John Wilkes Booth murió violentamente después de cometer ese magnicidio, hacía falta enjuiciar a los otros conspiradores, lo que se hizo en un cuestionable proceso militar para juzgar civiles. Entre los acusados estaba una mujer, Mary Surratt, la dueña de la pensión donde se reunían los demás conspiradores. Algunos historiadores especulan con la posible inocencia de ella y algún otro de los acusados, y la película de Redford intenta dilucidar estos enigmas y arrojar un poco de luz sobre los pormenores oscuros del juicio y la política de ese momento.

La ambientación de época no es mala, y hasta hay momentos con imágenes atractivas y una muy buena actuación de Robin Wright como la acusada Mary Surratt. Pero ella lamentablemente cede su lugar protagónico a James McAvoy como su abogado defensor, y ahí es cuando esta película sobre un tema interesante empieza a perder interés y eficacia. Es que algunas actuaciones y diálogos son obvios, y no se puede culpar a un gran intérprete como Kevin Kline, sino más bien la marcación del director Red a la hora de que las intenciones ocultas de un personaje estén a la vista.

Sin ser un film del todo fallido, «El conspirador» tampoco es una obra realmente lograda, pero de todos modos los interesados en temas históricos deberían echarle una ojeada.