El conjuro 3: El diablo me obligó a hacerlo

Crítica de María Paula Rios - Admit One

Deconstruyendo el mal.

Una nueva aventura, y la más diabólica, del famoso matrimonio Warren (Ed y Lorraine) se estrenó en nuestra región. Producida por el creador de la franquicia, James Wan, y dirigida Michael Chaves (si, él mismo que estuvo a cargo del spin off La Maldición de la Llorona), esta historia nos sugestionará con uno de los casos que involucra con el propio cuerpo a nuestros queribles demonólogos.

Todo comienza con un exorcismo algo atípico, (homenaje a El Exorcista en la escena de apertura), a un niño sometido por un demonio muy potente. Aquí sucederá algo raro, que por supuesto no vamos a spoilear, para en el acto subsiguiente meternos de lleno en el relato de Arne Cheyne Johnson. Un nombre muy resonante en Estados Unidos, ya que en los años 80 fue acusado de asesinar a un hombre, y este alegó como defensa en la corte, estar poseído.

A medida que nos involucramos en esta narración atrapante, nos damos cuenta que los verdaderos protagonistas, y lo más involucrados, son Ed (Patrick Wilson) y Lorraine (Vera Farmiga). Cuando decimos que están implicados hasta físicamente, es literal, incluidos infartos y cortes profundos en el cuerpo. Hay algo tan oscuro detrás de estas posesiones, que de cierta manera se resignifica el subgénero involucrando otros orígenes demoníacos, más allá del remanido relato de entes sobrenaturales tratando usurpar almas sin causas aparentes. Podríamos hablar de la maldad en estado puro.

Además de asustarnos por una acertada disposición de la puesta en escena, y un ritmo tenso (destacamos nuevamente el acto de apertura con cuerpos desencajados, la escena del colchón de agua, o el propio asesinato en cuestión); también nos encontramos ante una narración con tintes detectivescos, de investigación. La pareja tendrá que desentrañar uno de los casos más difíciles de su vida, donde no basta con guardar un objeto bajo llave en el santuario del mal.

El Conjuro 3, es una especie de acertijo, de donde partimos de una idea o preconcepto, el de la posesión, para después de un extenso examen dotarlo de una nueva estructura. Más allá de una temática algo distinta, en esta película se respira y se respeta la esencia de la saga. Altares turbios, sangre derramada, el mal hecho carne… a pesar de todo, nada que no se pueda vencer con mucha fe y amor.