El color que cayó del cielo

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Meteoritos, entre lo sagrado y lo profano

Hace mucho tiempo un meteorito causó un incendio tan grande en el monte, que los hombres debieron refugiarse en el agua. Tanto duró el incendio, y tanto debieron estar en el agua, que muchos se fueron transformando. Ese fue el origen de los yacarés y los carpinchos. Así lo cuenta la mitología mocoví, según recuerda en esta película el estudioso chaqueño Juan Carlos Martínez, que también muestra parte de su mediometraje "La nación oculta en el meteorito", sobre la influencia de las piedras celestes en su pueblo. Más adelante el científico William Cassidy, de la Universidad de Pittsburgh, evoca sus valiosas investigaciones en el Chaco y la Antártida, y rescata unos rollos en 16 mm. que tenía olvidados. Por último Robert Haag, rico coleccionista de Tucson,Arizona, alegre profanador y solicitado vendedor en ferias japonesas, relata su loca aventura juvenil, cuando logró levantar con una grúa un meteorito de 37 toneladas y cargarlo en un camión rumbo a algún barco, y exhibe un video de aquel día, que terminó con su detención en la comisaría de Charata.

Esos son tres de los interesantes personajes que encontró Sergio Wolf en su nuevo documental, cuyo título remite al de H.P. Lovecraft, "El color que cayó del cielo". Sólo que el escritor imaginaba que algo malo se iba expandiendo a partir del agujero dejado por un bólido en su caída, y acá vemos gente que concentra su vida alrededor de esos misterios y siente algo bueno, cada cual a su manera. Vemos al hombre de ascendencia indígena, mirando lejos, de camisa a la vera del campo. Al viejo científico, todavía lúcido, recostado entre sus armarios de madera. Y al arriesgado coleccionista y comerciante, feliz en su amplia mansión con metegol incluido. Hay alguien más. El cabo primero Alberto Chaparro, que impidió el robo y rechazó la coima. El sigue en su puesto, y no tiene ningún video. Y, por supuesto, tampoco está en la foto que sus compañeros se sacaron junto al preso, no en la comisaría sino en el hotel con pileta donde Haag pasó sus días tras pagar la fianza. Haag, con su sonrisa a toda prueba, se roba ahora la película. Pero, al menos, su picardía hizo apurar la legislación que considera a los meteoritos como patrimonio provincial.

Todo esto, y otras personas y cositas igualmente atractivas, nos presenta Sergio Wolf, ayudado en el guión por los veteranos Jorge Goldenberg y Alejandro Carrillo Penovi, que también hizo el montaje. Un trabajo realmente disfrutable.