El código enigma

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Carrera de mentes

Muy pocos saben que un científico inglés fue responsable de adelantar el final de la Segunda Guerra en dos años, salvando un estimativo de veinte millones de vidas, al tiempo de sentar las bases para la tecnología digital. Muy pocos, hasta el estreno de The Imitation Game, nombre original de este film que adapta la biografía de Alan Turing, el mencionado científico. En esta adaptación edulcorada del libro del escritor Alan Hodges, Turing es un incomprendido y torturado estudiante (los genios empiezan así) que, para su asombro (poco creíble), un día es descubierto y aprovechado (como todos los genios) por el servicio secreto británico. Su tarea, o, mejor dicho, su grupo de tareas (otros genios fueron antes descartados y quedaron a su disposición), se aboca a descifrar los mensajes del servicio secreto alemán, encriptados como el código Enigma. Benedict Cumberbatch, el inglés del momento en Hollywood, pone en ejecución el modo “Sherlock nerd” y replica asombrosos estereotipos hasta llegar al gay reprimido, trágica contracara del suceso de Turing, mientras Keira Knightley, de infalible carisma, interpreta a la matemática con quien Alan simuló una relación matrimonial. Tal condición da lugar a datos sorprendentes, como que Gran Bretaña penó la homosexualidad hasta 1967. Pero para eso hay que esperar a los créditos de la película.