El código enigma

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Se pudo ver hace poco más de una década atrás una película de Michael Apted llamada “Enigma” (2001), con Kate Winstlet y Dougray Scott, que efectivamente contaba como un matemático descifraba el funcionamiento de la máquina Enigma, utilizada por los nazis para cifrar sus movimientos estratégicos durante la Segunda Guerra Mundial. Más allá de las diferencias de rigor histórico, aquella “Enigma” era una de espionaje y acción, con algún ingrediente dramático que terminaba siendo la tangente por la cual todo se volvía difícil de creer. El cine vuelve a abordar esta historia, pero centrándose esta vez sí en la personalidad del genio matemático que logró construir una máquina para ayudar a resolver la cuestión. Se trata de “El código Enigma” que, con ocho merecidas nominaciones al Oscar, se estrena esta semana.

La voz en off de Alan Turing (Benedict Cumberbatch) propone en el comienzo “prestar atención y juzgar después”. Estamos en el año 1952, y si bien el escenario es el de un interrogatorio policial, enseguida nos trasladamos a 1939. El joven se presenta ante el Comandante Denninston (Charles Dance) en Bletchley Park por una entrevista de trabajo. La inteligencia Británica obtuvo una máquina alemana llamada Enigma y buscan talentos en las áreas de lógica, matemática, etc, para poder descifrar el código con el cual los nazis transmiten sus estrategias, el que es cambiado religiosamente todos los días a la medianoche.

Lo que Alan tiene de cínico, intolerante y antisocial, lo tiene de superdotado para desafíos como estos. Es un hombre de carácter singular, huraño, solitario y egocéntrico, que siente desafiado su intelecto al saber que esta máquina de encriptar mensajes de la SS es considerada invulnerable. A los efectos de vencer este escollo se arma un equipo de trabajo que, por supuesto, no se lleva bien con él, a excepción de Joan (Keira Knightley), quién por tener que trabajar a escondidas de la estructurada sociedad británica es la que más y mejor contacto tiene con Alan.

En primer lugar es bueno alejarse del cuadro para ver el panorama completo. “El código Enigma” tiene dos aristas por las que se mueven los hilos dramáticos del argumento: por un lado, una impronta de película de espionaje donde el enemigo está omnipresente (más allá de las imágenes de archivo), y es la mente la que combate contra sí misma y contra el tiempo. Por otro, el drama de Alan Turing al vivir un presente que lo tiene señalado y condenado por ser homosexual, pese a haber salvado millones de vida. La construcción de la historia va y viene entre 1939, 1952 y la infancia del protagonista en el colegio, lugar en donde veremos el origen y la justificación de las aristas arriba mencionadas.

La solidez de Morten Tyldum, demostrada en “Cacería Implacable” (2012), hace de su dirección un buen ejemplo de simpleza narrativa bien Hollywoodense que respeta los lineamientos generales del relato clásico. A esto le agrega la mano denota para manejar a sus actores. Este es un realizador que sabe dirigir un elenco, empezando por el trabajo de Benedict Cumberbatch. El actor inglés justifica con creces su nominación al Oscar. Primero, porque hace del estado de conciencia frente una historia que lo tiene muy expuesto, el elemento que le permite equilibrar sus recursos para no abusar de un papel cuyas características ofrece un gran nivel de tentación a la hora de mostrar lo que sabe hacer. Segundo, porque su Alan no tiene otra opción que ser el catalizador de todas las situaciones. Todo pasa por él y sin embargo su trabajo es tan comprometido que ayuda al espectador a meterse en la psiquis de un personaje, por el cual también transitan los estados emocionales del resto del elenco. Obviamente, también influye una dirección que no abusa de los planos cortos, es decir, no se regodea en la capacidad de su actor, y alterna los planos para mantener al personaje dentro de la historia.

El momento de Alexandre Desplat como compositor de bandas de sonido es estupendo, y su versatilidad se percibe con creces en “El código Enigma”.

Claramente esta producción no inventa nada, simplemente se acopla al enorme universo de historias atrapantes, tensas, y sobre todo muy bien contadas.