El código del miedo

Crítica de Felipe Quiroga - CiNerd

UNA DE JASON STATHAM

Jason Statham se ha convertido en un héroe de acción bastante solicitado. El pelado es groso y sabe pegar, pero labura tanto dentro del género que corre el riesgo de que su currículum se llene de films similares. Así, como a algunos les cuesta diferenciar un chino de otro o a un pelado de otro (imagínense un chino pelado), las películas de Statham ya se empiezan a parecer demasiado entre sí. EL CODIGO DEL MIEDO (SAFE) incluye tiros, patadas, piñas y un protagonista pelado y silencioso con cara de malo. Nada nuevo. El guión trata sobre Mei (Catherine Chan), una chinita superdotada (con mucha capacidad para recordar números y hacer cálculos) que es secuestrada por la mafia de su país y llevada a Estados Unidos: allí, los criminales asiáticos se aprovecharán de sus capacidades. Mientras tanto, el ex-luchador de MMA (Artes Marciales Mixtas) y ex-policía Luke Wright (Statham) se va a vivir a la calle: es que el tipo quedó muy deprimido porque la mafia rusa mató a su esposa en venganza por haber arruinado una pelea que estaba arreglada. Entonces, los caminos de Mei y Luke se cruzan y juntos tendrán que escapar de los chinos, de los rusos y de policías corruptos.
Con esta premisa, bastante parecida a la de ALGUIEN SABE DEMASIADO (MERCURY RISING, 1998), se desarrolla EL CÓDIGO DEL MIEDO, film con un ritmo vertiginoso y varias secuencias de acción que no aportan nada nuevo al género. Aunque la interpretación de Statham es convincente (da de esos golpes que parecen doler de verdad), el pelado hace el papel de siempre. La chinita sale bien parada en su debut actoral: se banca los largos minutos en pantalla al tratarse de uno de los personajes principales del film (aunque queda algo olvidada en el último tercio), lo que la obliga a mostrar una amplia gama de emociones, algunas de gran intensidad como el miedo y la tristeza.
Hay algunos intentos del director y guionista Boaz Yakin por ofrecer algo diferente desde lo visual, como una larga escena en la que Mei es secuestrada de un auto: la cámara se queda adentro del vehículo y gira una y otra vez para mostrar el tiroteo que sucede afuera. Se trata de un acertado recurso con el que el cineasta lograr transmitir toda la intensidad del momento. Pero ese detalle de estilo es apenas un rulo solitario en la desértica superficie creativa de esta película, que está tan desprovista de originalidad como su protagonista de cabello.