Dallas Buyers Club: El club de los desahuciados

Crítica de Sebastián Espíndola - Toma 5

“Dallas Buyers Club”: Treinta días no son nada

Pocos son los films que, basados en una historia real de vida, se jactan de ser lo suficientemente poderosos como para llegar al fondo de mis sentimientos y lograr emocionarme. Y si bien Dallas Buyers Club, estuvo a años luz de desprenderme una lagrima, debo confesar que me dejo una sensación rara. Pero he aquí la cuestión, si bien yo no la consideraría una historia original aunque si autosuficiente, el mayor merito (por no decir casi todo) se lo llevan las actuaciones principales. Así es, los facheros también saben actuar.

La historia nos retrata la vida real de Ron Woodroof (un deslumbrante Matthew McConaughey), un cowboy “moderno”, homófobo, drogadicto y muy fiestero que vive la vida al límite siendo es el estereotipo de “macho que se respeta” norteamericano. Un día como otro Woodroof se siente débil, se desmaya y termina en el hospital. Ahí, es diagnosticado con SIDA (por tener relaciones sexuales sin protección) y el doctor le dice que simplemente le quedan treinta días de vida. Aislado de sus amigos y de la comunidad, comienza a consumir AZT, una droga que está legalmente disponible en su país, la cual lo lleva al borde de la muerte. Para sobrevivir, contrabandea medicinas antivirales desde todo el mundo, las que aún no están permitidas ni disponibles en los Estados Unidos. Otros pacientes con sida averiguan sobre él y sus “ilegales” medicamentos. Con la ayuda de la doctora Eve Saks (Jennifer Garner, cumple de buena manera) y Rayon (un portador del virus HIV que es transexual, interpretado a la perfección por Jared Leto), Ron crea el Dallas Buyers Club (Club de Compradores de Dallas), para proveer de tratamientos alternativos a todos los miembros que puedan costearlos. Es así como logra captar la atención de la Administración de Alimentos y Medicamentos y de la industria farmacéutica, quienes libran una guerra total contra Ron.

Dirigida por el canadiense Jean-Marc Vallée (C.R.A.Z.Y., The young Victoria), el film deslumbra de golpes bajos (la mayoría recaen en Rayon, siendo este la contraparte de Woodroof. Uno débil y dependiente, otro fuerte y enérgico) pero no exagerados, los necesarios como para hacerle entender al espectador que tipo de film esta viendo. Si bien el hecho de que este basado en una historia verídica le agrega dramatismo, este plus esta un poco desaprovechado, sumando y exagerando tensión donde no la hay, siendo un claro ejemplo la innecesaria deformación de los actores (quienes como ya sabrán, están extremadamente flacos) algo que no es vital para la historia real que se quiere contar, la burocracia de la industria farmacéutica y de lo que es capaz de hacer un hombre que desea vivir.

Lo mejor de todo el film son las actuaciones. Tanto McConaughey como Leto (dejando de lado el “oscarizable” hecho de que interpretan a pacientes con SIDA) rompen con sus personajes y van mas allá, haciéndole creer de verdad al espectador no solo que son portadores del virus, sino que son sureños, homófobico uno y transexual él otro. Una increíble muestra de que no son solo facha hollywoodense, y demás esta decir que (a mi criterio) deberían ser los claros vencedores de las categorías a Mejor Actor y Mejor Actor de reparto en la entrega de los Oscars de este año.

Dallas Buyers Club es una película que cumple de manera notable e incluso deja tildes de destellos maravillosos. De esas que compiten (de manera incisiva) por premios, pero mas que eso es de esos films que intensifican e impactan las emociones y por sobretodo es ese tipo de bisagra que los carilindos de Hollywood necesitan para demostrar que son material de Oscar.

Por Sebastián Espíndola
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