Dallas Buyers Club: El club de los desahuciados

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Film sin estridencias, con un actor que brilla

Gran candidato a llevarse el Oscar por su papel en este film, Matthew McConaughey es el actor del momento en Hollywood. Después de un largo camino recorrido como sonriente galán de películas más bien olvidables, este texano de 44 años reinventó su carrera y se ganó el respeto de todos en la industria. Su breve pero notable aparición en El lobo de Wall Street y su rol en la muy buena serie True Detective ratifican ese cambio de rumbo. Y es efectivamente McConaughey el alma de esta película que ha cosechado otras cinco nominaciones para los premios que se entregarán en marzo: su interpretación del vaquero homófobo y drogadicto Ron Woodroof, papel para el que adelgazó casi veinte kilos, es descomunal.

Diagnosticado con sida luego de tener relaciones sexuales sin protección, Woodroof reacciona en primera instancia con una violencia desatada por la incredulidad, pero muy pronto decide enfrentar la tremenda noticia (la historia está ambientada en los ochenta, cuando la enfermedad era sinónimo de muerte) poniéndole el cuerpo a una cruzada individual de alto impacto: la introducción de medicamentos de contrabando en Texas, aun cuando la rigurosa Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos lo detecta y lo persigue. Crea de ese modo un efecto en cadena entre otros pacientes de sida, interesados en probar esas sustancias, y funda el Dallas Buyers Club del título original, una agrupación de compradores que se sostiene con el pago de membresías.

Basada en la historia real de Ron Woodroof, famoso gracias a un extenso reportaje publicado por The Dallas Morning News en 1992, la película estuvo varias veces a punto de ser filmada -Ryan Gosling y Brad Pitt sonaron como candidatos al papel de McConaughey-, pero siempre generó dudas entre productores más bien conservadores. Finalmente, se rodó en un tiempo récord para la industria americana -apenas 25 días-, a las órdenes de un director canadiense no muy renombrado hasta ahora, que logró un tono directo y convincente sin apelaciones al sentimentalismo.

Alejada de la estridencia, la película narra con gran eficacia los detalles de una épica personal, pero también se las arregla para armar un telón de fondo colorido donde aparecen una historia de amor asordinada con la médica interpretada por Jennifer Gardner, una amistad a los tumbos entre un redneck prejuicioso y el transexual que encarna Jared Leto y las miserias de la industria farmacéutica, un territorio más salvaje que la monta de toros que siempre fanatizó a Woodroof.