El cisne

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Vacaciones obligadas que pueden modificar la mirada de una criatura

Se estrenan muy pocas películas de países tan lejano y desconocido para nosotros como Islandia. De allí proviene esta historia un tanto particular. Un drama con pequeños tintes de fábula.

Vivir en un país donde predomina el frío, el verano es corto, lluvioso y no muy caluroso, con el paso del tiempo forja el carácter de las personas de un modo especial. Porque la protagonista es una nena de 9 años, Sól (Grima Valsdóttir), quien vive con sus padres y dos hermanos menores pero que, por comportarse indebidamente, es enviada a una granja, propiedad de unos familiares de su madre, durante el verano para que recapacite y madure haciendo tareas rurales.

La directora Ása Helga Hiörleifsdóttir, en su primer largometraje, pone de relieve con esta narración cuál es la idiosincrasia del ciudadano nórdico, frío, distante, práctico, en definitiva, un duro. Porque la procesión va por dentro y los sentimientos sólo afloran estando solo.

En la campiña se dedican a la producción de ganado vacuno y leche. Están ubicados en un valle donde la naturaleza agobia y abruma. Al sol se lo ve poco, están lejos de algún pueblo. Dentro de ese contexto, Sól, de algún modo tiene que aprender a vivir.

Un día llega un conocido de ellos, Jón (Thor Kristjansson) que suele trabajar en la granja durante la temporada veraniega. Es una persona mucho más grande que la protagonista, pero lo hacen dormir en la misma habitación que ella. Sól poco a poco se irá deslumbrando con ese misterioso hombre, porque, de noche, compulsivamente, escribe, o intenta escribir, una novela en unas cuantas libretas negras.

Para generar conflictos vuelve a su casa la hija del matrimonio, Ásta (Puriöur Blaer Jóhannsdóttir) una joven en apariencia brillante, pero que, a cuenta gotas, y con gran sentido de los tiempos para modificar las situaciones, se irá descubriendo quién es y cómo es realmente.

De lo que suponía iba a ser unas vacaciones apacibles, aunque exigentes desde el punto de vista laboral, el entramado familiar hará que Sól aprenda a pasos acelerados lo que es la vida adulta.

Siempre el punto de vista del film es de la nena, cuya personalidad retraída se irá distendiendo. Cómo un cuento, en ocasiones, con su voz en off, ella relata una historia que se confunde con la realidad. Los diálogos son precisos, sin apelar a metáforas, van directo al grano. Para lo otro, existe un cuentito fantasioso en el que creen los habitantes de ese lugar, que la protagonista crea en él, es, de algún modo, parte del aprendizaje.

La fotografía es majestuosa gracias a la geografía montañosa y verde, como así también, el cielo bastante nublado o lluvioso, que le imprimen a la imagen una textura y color que apoyan efectivamente al relato. Ambos elementos van de la mano, indefectiblemente.

Sin dudas, Sól, cuando vuelva a su casa, será otra nena, con una cabeza distinta a la rebelde que salió de allí. Si reflexionó y le sirvió su estadía en el campo, sólo ella lo sabe.