El círculo

Crítica de Marcos Guillén - Cuatro Bastardos

El círculo: Obsoleto circular de buenas ideas.

“En otras palabras, defender la democracia implica destruir la independencia de pensamiento.”

George Orwell

Puede que haya sucedido con Un Mundo Feliz de Aldous Huxley, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury y George Orwell con 1984, que quizás al momento de ser creadas ni imaginaron lo trascendental de sus tesis, puede que hayan intuido el proceso por el que estábamos atravesando como sociedad; pero el alcance, tal vez eso ni los rozó, tal vez. Lejos de la simple crítica a los sistemas totalitarios, los autores ahondaban en el comportamiento humano al enfrentarse a una corrección de su realidad, a la intervención del sistema gobernante en sus vidas privadas con el fin de lograr una comunidad equilibrada, pero que en realidad eran forzados a subsistir en un sistema que tergiversa los principios elementales. Una truculenta y poderosa sátira sobre la manipulación de la información, una que aterró a las generaciones que les sucedieron. A partir de allí fueron muchas las maneras en que la literatura y el cine retomaron lo esencial de sus argumentos, la manipulación de la realidad, la información como valor fundamental para coaccionar a las personas en su individualidad y la búsqueda de una igualdad despótica. Luego llegaría internet para cargar las tintas y la globalización de la información como el destino de todo aquello. Sí, ahora el sistema se valdría de la red para lograr sus cometidos. La libre circulación se convertiría en el cuco de nuestros tiempos, porque como todo lo creado por el hombre es una espada de doble filo. Mr. Robot de Sam Esmail, Black Mirror de Charlie Brooker…
Y entonces llegamos a El Circulo (The Circle – 2017) un reciclado de nuestros tiempos en que los ítems descritos anteriormente llegan anquilosados y subestimados. Para alguien que nació y creció en este siglo, el XXI, es poco probable que esta historia le cuente algo novedoso. Smartphone, tablets y Notebooks están tan interconectadas como los seres humanos a la red con Twitter, WeChat, Instagram, Snapchat y un largo etc, en el que se sirven de una misma clave para todo y todo lo ven. Tal vez cuando el libro salió a la venta en 2013 fuera un argumento válido, pero llegado a este 2017 se antoja algo obsoleto, hasta en la crítica que realiza a las corporaciones. Si claro, la creación de un ambiente donde el sujeto pueda dar lo mejor de sí, la idealización de la tarea realizada no como un mérito propio si nó como un logro comunitario. El control absoluto de la vida privada mezclandola con la pública para que no haya nada que detenga a los otros en la intervención de la realidad personal, son tópicos con que se vale la película para acercarnos a esos estados totalitarios, olvida de pronto que la clave no está en lo expuesto. ¿Entonces dónde?
La cinta comienza con la joven Mae Holland trabajando en call center público, de obsoletas máquinas y viejos sistemas operativos, una joven con mucho potencial que se desperdicia en una oficinita perdida en la gigantesca metrópolis que es la conectividad de hoy en día. Lo hace hasta que su amiga le consigue una entrevista laboral en The Circle, un gigante informativo y de investigación que inmediatamente ve en ella un empleado ideal. Ella sabe que se le ha concedido la oportunidad de su vida. A través de un innovador sistema operativo, el Círculo unifica direcciones de email, perfiles de redes sociales, operaciones bancarias y contraseñas de usuarios dando lugar a una única identidad virtual y veraz, en pos de una nueva era marcada por la transparencia. Una que abrazará y militará hasta que la fachada se venga abajo y compruebe de la peor manera sobre la manipulación de la privacidad de los otros. Ella misma será el experimento que llevará a cabo ese siguiente paso en la globalización de la información. Si hasta acá sonó algo interesante es poco probable que supere esa marca el resto de la cinta. Porque no termina de construir personajes que interactúan con ese universo que propone, son apenas bosquejos que no terminan de definir su comportamiento ante lo expuesto con anterioridad, más bien naufragan en un sin número de situaciones pequeñas, casi ridículas, como los padres expuestos ante los seguidores de Mae en una situación privada. Es junto allí donde la historia no se sumerge en los verdaderos conflictos que acarrean tales planes, perdiendo la oportunidad de redoblar la apuesta. USA PATRIOT Act, o ley patriótica viene inmiscuyéndose en la vida de los ciudadanos americanos desde el 2001, y que es un buen ejemplo de lo viejo de la premisa en que se funda el film y lo desacertado de su utilización. Más allá de ese final ambiguo en que los malos no penan por sus actos, más bien por su falta de colaboración en un sistema que ayudaron a crear, es una historia que vimos muchas veces narrada con más intenciones que pretensiones.
En conclusión una cinta poco atractiva y bastante demodé con personajes, que a pesar de contar con buenas interpretaciones, no logran convencer por lo poco desarrollado que son, haciendo de unos carismáticos Emma Watson, Tom Hanks y John Boyega un desperdicio de talento. Volvamos a Mr. Robot y veamos que surge a partir de allí. Para destacar es la interesante propuesta que realiza Danny Elfman con el soundtrack, lejos de sus consabidos clásicos, crea una interesante sonoridad que combina un entramado electrónicos con orquestación y voces. The Circle no la merece.