El circuito de Román

Crítica de Nicolás Manca - El Espectador Avezado

¿Cómo se construyen nuestros recuerdos? ¿Cómo se configura nuestra memoria? Lo que recordamos ¿es exactamente lo que sucedió? Con esta premisa comienza esta interesante y ambiciosa propuesta del director chileno Sebastián Brahm, que si bien no termina por estar a la altura de las circunstancias, sigue siendo un film original y atrayente.
En su ópera prima, Brahm nos sumerge en un mundo donde tenemos a Roberto Román (Cristián Carvajal), un importante investigador de la memoria humana que a los 27 años publicó una teoría sobre la “migración cortical” que le valió fama y celebridad entre sus colegas. Luego de varios años en el extranjero retorna a la universidad en la que se formó, donde se encuentra con sus viejos amigos y amores.
Sivia (Paola Giannini) su ex novia, ahora sale con José Luis (Alexis Moreno), su mejor amigo. Su novia actual Inés (Julia Martínez Rubio) es argentina y vive en Argentina, por lo que no puede estar siempre para acompañarlo. Y él, Roberto, vuelve a vivir en la casa de su madre (Shlomit Baytelman) quién comienza un romance con un romance con su jefe, (el jefe de su hijo) interpretado por Pablo Krögh.
Roberto junto con su nuevo ayudante y aprendiz Javier Torres (Camilo Carmona) trabajan en esta teoría de que los recuerdos migran de ubicación en el cerebro una vez que se hacen consientes, pero Javier le dice que en realidad los recuerdos no migran sino que se combinan. El momento en que dos recuerdos se unen para formar uno nuevo es llamado momento “Eureka”. En ese momento Roberto se da cuenta de que su teoría estaba equivocada, lo que lo lleva a realizar una serie de experimentos en los cuales se desencadenarán una serie de recuerdos que le mostrarán al protagonista que él mismo había sido víctima de esta unión entre recuerdos, y de que de hecho no tiene tanto de que enorgullecerse.
Con una carrera estancada y cuando su último artículo fue rechazado, en ese momento se da cuenta de que la mayoría de sus logros no sucedieron exactamente como él lo recuerda, y que la teoría que lo hizo célebre, bueno digamos que usó a uno de sus amigos de inspiración con la misma.
Con una interesante propuesta cinematográficamente hablando, la película nos lleva por los recuerdos de Roberto, omitiendo y agregando hechos. Una propuesta que termina por cansar al espectador, más que impresionarlo.
Otro problema surge con el acento obviamente chileno, de los actores. En el cine donde me tocó presenciar el film, el audio no era óptimo, estaba demasiado alto, por lo que saturaba, y se hizo realmente difícil comprender la mayoría de los diálogos.
Para finalizar yo hubiese preferido, y esto es mi opinión, que el relato se centre más en lo científico y académico, que en lo personal. Pero dado que el slogan que utiliza el film es “una película de ciencia y ficción”, está claro cuál era la intención del director.
En fin, para ser una ópera prima es cuando menos interesante, y aunque falle en varios aspectos, existen varias razones para tener esperanza de que Sebastián Brahm va a ser un importante director en Chile, y definitiva uno a tener en cuenta.