El ciclo infinito

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

¿Con qué frecuencia podemos ver en nuestra pantalla un film proveniente de Hungría? ¿Y si les digo que se trata de un film de Ciencia-Ficción que maneja la técnica de captura de Movimiento? Eso es "El Ciclo Infinito", aunque no lo crean, un acontecimiento muy particular de cartelera.
En los años ’60, durante plena Guerra Fría y con la candente carrera por la conquista del espacio, pulularon varios títulos, que algunos llamarían Clase B, provenientes de países del otro lado de la cortina de hierro, incursionando en argumentos de Ciencia-Ficción pero mucho más experimentales y arriesgados que los provenientes de Hollywood, hasta algunos se animaban a algún meta-mensaje político en medio de aliens y naves espaciales.
"El ciclo infinito" responde a ese esquema experimental, remozándolo a la época actual, ofreciéndonos algo que, sin dudas, no se ve todos los días.
La historia es más sencilla de lo que a primeras parece, un astronauta llega a un lugar que desconoce, cree haber aterrizado en la Luna o en otro Planeta; pero pronto las cosas se ponen confusas para él, un hombre le advierte sobre una niebla, una oscuridad que lo consume todo y de la que deben huir.
Nuestro protagonista emprende una carrera contra el tiempo, intenta mantener comunicación con su base de operaciones, y continúa cruzándose con más y más personajes extraños, mensajes crípticos, y lugares tan exóticos como familiares.
En descifrar este acertijo estará el asunto, porque, de pronto, las cosas comienzan a repetirse una y otra y otra vez.
El novel director Zoltan Sostai creo un plano de irrealidad, en donde ni siquiera los humanos parecen serlo, y a su vez lo embebió de elementos comunes, asimilables para cualquiera. Como un viaje alucinógeno en donde uno es otra persona, hay aquí luces psicodélicas, ritmo frenético, y ambiente de rave con fiesta y música electrónica incluída.
El mayor desafío de Sostai es “disimular” un presupuesto que en nada se parece al del Motion Capture de Zemeckis, y aquí es donde "El Ciclo Infinito" luce más experimental.
Con un tono azulado permanente y escenas que parecen oníricas, el director logra algo interesante que otros directores hasta ahora no habían logrado, hacer que las limitaciones de esta técnica de “animación” le jueguen a su favor.
Los personajes no tienen movimientos naturales, tienen miradas perdidas, y se desarrollan en un tiempo extraño... pero todo le es funcional en su argumento que plantea problemas y teorías físicas varias. Por el contrario, las limitaciones de la técnica no se notan en un 3D muy pulido y en su cuota justa.
No es "El Ciclo Infinito 3D" una película convencional, para los que buscan el típico pasatiempo de aventuras. Es un film que va más allá, que se anima a un terreno que parecía exclusivo y lo hace con armas propias. Si el resultado no es maravilloso, por lo menos es innegable su frescura y originalidad. Quienes quieran adentrarse a algo nuevo y distinto, esta, sin dudas, puede ser su película para finalizar el año.