El cazador

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

Ezequiel se encuentra solo en casa mientras sus padres están de viaje. Después de varios intentos frustrados de encontrarse secretamente con hombres, conoce a un skater. Pero este oculta un secreto que complicará su tranquilidad.

En un bosque, al acecho, abre El Cazador. Al ras del suelo, expectante, la cámara toma bellas imágenes de la naturaleza. Mucho verde, pero apagado. Se destaca una telaraña. El sonido directo nos traslada a este escenario, pero algo no está bien. La música nos pone en alerta. Hay una oscuridad en las raíces, algo podrido que nos está oculto entre el encanto.

Ezequiel arroja miradas furtivas. Nuestro joven cazador está en pleno despertar sexual y, con timidez, busca el contacto con otro hombre. El colegio, el barrio, son cotos de caza donde los cuerpos se exhiben y él contempla, a la espera de esa mirada cómplice que no escape a su cauteloso avance. Marco Berger ha sabido tratar con delicadeza el juego de seducción y deseo a lo largo de su carrera, y su último trabajo no escapa a esa regla. El director de películas como Plan B o Taekwondo retoma a personajes que, de una forma u otra, tienen conexiones espirituales con otros de su filmografía. Pero El Cazador marca la diferencia.

El despertar sexual no es destino sino punto de partida para otro tipo de historia, oscura, terrible, que lastima y que deprime. Hay una cuidadosa labor en materia de sonido, que tensiona junto a la música. La fotografía completa el panorama, para que la película devenga en un thriller cargado de suspenso que, hasta el momento de las revelaciones, solo transmite sensaciones de que sucede algo más.

El bosque adelantaba una negrura invisible, para la que uno no está emocionalmente preparado cuando se muestra. Y todo cambia. El cazador cambia. El título cobra otra dimensión, cruda y amarga. La empatía cuidadosamente trabajada durante buena parte del metraje, nos hace partícipes del dolor. Nos deja vulnerables, al igual que sucede con jóvenes como Ezequiel.

Y Berger da un importante paso hacia adelante como cineasta. Arrojando luz sobre un tópico real, que acecha en las sombras como los depredadores, y expandiéndose hacia otro género como realizador, a lo que llega a partir de inquietudes que ha recorrido a lo largo de toda su filmografía.