El cavernícola

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Recuerdos del futuro

Una nueva producción de los estudios Aardman, los mismos responsables de “Wallace and Gromit” (2005), sosteniendo el estandarte de la técnica y el proceso “stopmotion”.

Otra vez la dirección recae en el mismo que no ha dado maravillas como “Pollitos en fuga” (2000), en este caso en la triple función de autor del texto, director y actor, prestando por primera vez su voz para uno de los personajes principales. Hognob, el perro cerdo del filme.

Lastima que su estreno en estas playas sea en versión doblada al español, sumando a la perdida de escuchar al director, la de el ganador del premio “Oscar” Eddie Redmayne (Dug) y la de Timothy Spall (jefe), entre otras.

Sin embargo, y a pesar de no estar a la altura de sus predecesoras, logra con muy buenos trabajos donde lo artesanal hace gala y las supuestas imperfecciones termina por ser una virtud.

Tal como sucede al humano, que sus imperfecciones lo hacen único, en este caso llevándonos al pasado para, desde lo metafórico y metonímico de manera simultanea, hablarnos del presente humano averiado en tanto relaciones afectivas y llamando la atención por un posible futuro incierto.

Algo así como que, si no podemos dilucidar los errores de nuestro pasado este seguirá estorbando en el presente e impedirá vislumbrar un futuro promisorio.

Hay muchas posibles lecturas del texto, desde lo antagónico de ambos equipos, uno el siempre ganador conformado por individualidades, el otro haciendo celebración de su mirada comunitaria.

El cuidado del planeta, el perdido sentido de pertenencia al mismo, el calentamiento global, la vida en armonía, con el resto de los seres vivos, etc.

La historia se centra en un conflicto entre los cavernícolas, viviendo en comunidad, que deben enfrentar al mejor equipo de fútbol de la edad de bronce para dirimir si se pueden quedar con aquello que les pertenece. Todo en un único partido..

¿Les suena conocido?

Posiblemente uno de los puntos más atractivos siga siendo la estética de los personajes y objetos de plastilina animada, todo está armónicamente depurado, los espacios físicos con sus fondos, y los movimientos articulados de los personajes, incluyendo la gestualidad de los mismos.

En rigor de verdad, esta producción en tanto guión está un pequeño escalón por debajo de las anteriores, algunos de los gags que sin dejar de ser efectivos son previsibles. Otros aparecen como repetidos, como si hubiesen sido extrapolados de otros textos fílmicos.

La constitución de los mismos personajes circula por un carril equivalente. Podría ser porque no son animales humanizados sino, y solamente, humanos, al fin.

(*) Realización de Harold Reini, en 1970.