Cauce

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

En El empleo del tiempo, aquella película de Laurent Cantet filmada apenas dos años después de su consagración con Recursos humanos, un ejecutivo era despedido de una empresa y esa decisión económica abría un abismo moral ante sus pies: ¿cómo seguir ahora, con esas horas vacías, con el enigma de lo que se viene? Para el Ariel (Juan Nemirovsky) de Cauce, la ópera prima del santafesino Agustín Falco, la pérdida es similar, repentina, percibida como irreversible y tan trágica como aquella, aunque en otro tiempo y otro lugar. El mundo del trabajo, moldeado bajo las normas del capitalismo, se vuelve vida y necesidad, identidad y enajenación.

Cuando llega a su lugar de trabajo, Ariel descubre que ha sido despedido, que no puede entrar al edificio, que nadie tiene nada para decirle. La cámara se ciñe sobre su mirada desencajada, sobre su piel impregnada en sudor. Ahí están las mejores escenas. Bajo el arco del policial, ese movimiento inicial se desvía desde el desempleo forzado a una lancha de pesca en el río, del cumpleaños del suegro al boliche del Tano (Alejandro Ajaka), y se interna en una espiral definida por los giros del guión antes que por el devenir de aquella incertidumbre de la primera escena.

Falco ajusta su ambición a ese pequeño derrotero delictivo iniciado en la angustia laboral, pero se enreda en causalidades efectistas y pobres resoluciones.