El castillo de cristal

Crítica de Catalina García Rojas - Visión del cine

Basado en el libro homónimo y biográfico de la columnista Jeannette Walls, el film El castillo de cristal, de Destin Daniel Cretton, retrata con gran profundidad los claroscuros de la disfuncional familia Walls.
Jeannette (Brie Larson) es columnista en Nueva York. Una noche al volver de una fiesta ve desde la ventanilla de su taxi a una mujer y a un hombre revolviendo en la basura. Son sus padres. Resulta extraño entender cómo es posible que las vidas de ellos se encuentren en extremos tan opuestos siendo familia. A través de dos líneas temporales se observan los recuerdos de Jeannette para no sólo entender el contexto sino también visualizar las adversidades y la miseria en la que vivieron ella y sus tres hermanos guiados por unos progenitores que preferían ser nómades y libres antes que ser fieles al consumismo y a la mercantilización de la vida y los valores.

Rex Walls (Woody Harrelson), cabeza de la familia, es un personaje completamente disfuncional que resulta, en ocasiones, patético pero, al mismo tiempo, entrañable. Es capaz de transmitir a sus hijos su gran entusiasmo por la vida, así como enseñarles ciencia, historia y todo aquello que él considera necesario. Pero también es alcohólico y eso hace que se convierta en una persona destructiva y en la que es imposible confiar. Rose Mary Walls (Naomi Watts), la madre, es una pintora que sólo vive para su arte, incapaz de afrontar la realidad y el caos al que la arrastra su marido, y que, además, ejerce una absoluta despreocupación hacia sus funciones maternales.

De niña, Jeannette idolatra a su padre y mantiene un vínculo especial con él, pero a medida que pasan los años empieza a darse cuenta de que su familia no es como las demás y su amor incondicional comienza a tornarse en una creciente decepción. Sus hermanos transitan el mismo camino. Entre ellos forjan una inquebrantable lealtad y un espíritu de lucha y supervivencia que los impulsa a salir adelante y a encontrar otra alternativa a su realidad.

El título de la película hace referencia a uno de sus principales temas: la búsqueda de las esperanzas idealizadas. Los niños Walls creen que su padre, siempre soñador, y planeando la futura construcción de un castillo de cristal, cumplirá sus mayores sueños. Sin embargo, con el correr del tiempo, se dan cuenta de que nunca va a suceder. El fracaso de esos cimientos sirve como metáfora para la falta de los deberes paternales tradicionales que nunca pudo brindarles. “Nunca construimos el castillo de cristal”, confiesa Rex en una de sus conversaciones finales. “No, pero la pasamos bien planeándolo”, finaliza Jeannette.

El relato de Walls sirve para comprender que toda familia es compleja y que la existencia de abuso y negligencia no niegan la existencia del amor. Es un tributo a la crianza y a la ausencia de la misma a través de una realidad distinta y que no se asemeja a la familia tradicional. Pero, a diferencia del libro que retrata estos temas de forma sencilla y cruda, la película de Cretton interpreta la historia para el espectador y la llena de sentimentalismo sin permitirle crear una opinión propia. Su principal problema es conectar el pasado con el presente, es por eso que el resultado final resulta un poco inconcluso. Tal vez la historia funcionaría mejor si fuera un documental y no un drama convencional.

Sin importar sus fallas, el film logra su cometido por las grandes actuaciones del elenco. En especial la de Harrelson que logra interpretar un personaje defectuoso, que lidia constantemente con un gran contraste entre luces y sombras, de una forma conmovedora y cautivadora que lo vuelve especial e inolvidable.