El caso de Richard Jewell

Crítica de Nicolás Ezequiel Barak - Cuatro Bastardos

El caso de Richard Jewell: Buscando la verdad.
Si hace poco hablábamos sobre cómo alguien con tantos años encima podía dirigir una película como «El irlandés», el genial Clint Eastwood acaba de llegar a la mesa y le recordó a todos que, con sus 89 años de edad, es capaz de dirigir una película tan redonda como «El caso de Richard Jewell» (2019). ¿De qué trata esta nueva película?
«El caso de Richard Jewell» cuenta la historia de un atentado durante las olimpiadas de 1996 en Atlanta. En este suceso, un guardia de seguridad descubre los explosivos que iban a perpetrar el atentado, y gracias a su hazaña y un trabajo en equipo de la fuerza policial, logran disminuir la cantidad de muertos y heridos considerablemente.
A pesar de esta situación prácticamente heroica, el guardia comienza a ser sospechoso de haber sido el causante de la explosión y queda mediáticamente como supuesto culpable del atentado. Lo primero a remarcar de esta historia a mi juicio es el título. El original de este film es simplemente «Richard Jewell». Su sencillez tiene un fundamento primordial y se debe a algo que la película describe con sumo detalle.
El eje principal del film gira alrededor de presenciar cómo los medios de comunicación destrozan psicológicamente la vida del guardia, llamado Richard Jewell. Las notas en la televisión, los diarios, la radio, y toda la presión social que recae en él y todos sus allegados es el punto central del film. Los mismos medios que unos días antes lo entrevistaron y lo llamaron héroe nacional, terminan destrozándolo y convirtiéndolo en un auténtico monstruo. Su nombre pasa de ser divino a satánico.
Dentro de esa construcción, la película obviamente postula su opinión sobre el rol que la sociedad le da a los medios de comunicación y al supuesto periodismo, personificado en quizás el punto más flojo del film que es el personaje de Olivia Wilde, la periodista malvada que acusa al guardia. Dentro de la construcción poco detallada y de trazo grueso que se da en este personaje, la película evidencia todos los estereotipos del popularmente llamado «cuarto poder». La búsqueda por la nota fácil, por el amarillismo barato y, sobre todo, la total falta de humanidad en el trabajo de investigación terminan siendo lapidarias para el rubro en su totalidad.
Pero volvamos al nombre original del film. ¿Por qué es tan importante? Porque Clint Eastwood, llamándola «Richard Jewell», se separa del periodismo. Esta película no podía tener otro nombre. La intención de limpiar el nombre de Jewell es lo que realmente genera y motiva la creación de esta película. Vemos en su metraje como en una simple historia, el director logra demostrar todas sus dudas en relación a la justicia, al sistema estadounidense y, sobre todo, vemos cómo realmente le parece importante lo que está contando.
Una historia totalmente ajena a cualquiera de nosotros, que no vive en Estados Unidos, que no estuvo en Atlanta en 1996 y que nunca descubrió una bomba en un evento público pero que, gracias a la perspectiva que muestra Eastwood, podemos comprender.
Quizás como último detalle queda destacar el trabajo fenomenal de Paul Walter Hauser, el protagonista de la película. Fuera de la similitud con el Richard Jewell real, el actor logra darle un tono tan natural y tan único que termina ayudando en demasía a mantener la atención del espectador y a mimetizarse con el mismo. Realmente merecedor de todo halago, su interpretación es increíble y termina siendo una de las mejores actuaciones de 2019.
En conclusión, «El caso de Richard Jewell» es una gran película. Vemos en Clint Eastwood una energía y una potencia dramática para filmar muy alta. Quizás el punto más destacable sea eso, que vemos que cada momento del relato está plagado de cuidado y detalle. Se nota que no fue una película más para el director, y esta motivación es clave para terminar generando una de las mejores películas del año y una nueva demostración de por qué tenemos que seguir confiando en la humanidad. Por lo menos Clint, a sus casi 90 años de edad, sigue confiando. ¿Ustedes?