El Cascanueces y los cuatro reinos

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Quienes esperen encontrarse con el cuento de E.T.A. Hoffmann, deben saber que El Cascanueces y los cuatro reinos sólo está basada en algunos personajes del relato original y de la adaptación de Alejandro Dumas a partir de la cual Marius Petipa y Lev Ivanov crearon el ballet. En realidad, esta película funciona como una secuela de la clásica historia.

En un nuevo capítulo de la inquebrantable alianza entre Disney y los huérfanos, aquí María Stahlbaum, la niña heroína de Hoffmann, acaba de morir, pero dejó en este mundo a tres hijos. La que asume el protagonismo es su hija del medio, Clara. Es Navidad, y el padre de los chicos les da lo que su madre les dejó como legado. A esta quinceañera le tocó un misterioso huevo de metal: la búsqueda de la llave para abrirlo la llevará a vivir una aventura en el colorido mundo de una dimensión paralela.

El guión, escrito por la cuasi debutante Ashleigh Powell, tiene mayor grado de parentesco con Alicia (tanto En el País de las Maravillas como en A través del espejo) que con Cascanueces y el rey de los ratones. Incluso el personaje del título está desdibujado: aquí tiene un rol secundario, nunca es un muñeco, sino siempre un soldado que ayuda a Clara. Ahondar en otras de las grandes diferencias equivaldría a contar demasiado.

Alcanza con decir que del Cascanueces tradicional sólo queda cierto espíritu fantástico navideño y un puñado de referencias y guiños. Como el personaje del inventor, el padrino Drosselmeyer, papel que increíblemente recayó en Morgan Freeman, una elección que resta credibilidad y sólo se justifica como gesto de corrección política multiétnica.

Esta historia, que bien podría titularse excluyendo la palabra Cascanueces, tiene gusto a poco. También las referencias al ballet y la música de Tchaikovsky (interpretada por una orquesta dirigida por Gustavo Dudamel, con Lang Lang como piano solista). Es el aspecto visual el que compensa el déficit narrativo. Los más de 130 millones de dólares invertidos en esta producción se notan: como en La Bella y la Bestia, la ambientación es casi perfecta. Todos los rubros técnicos crean la magia que todo cuento de hadas necesita y rescatan del naufragio a este Cascanueces.