El capital humano

Crítica de Laura Osti - El Litoral

El poderoso y descarnado mundo de las finanzas

“He querido retratar al ser humano con todas sus miserias, pero mi mirada está llena de compasión”, dice el director italiano Paolo Virzì, al referirse a su film “El capital humano”, por el cual recibió siete premios David de Donatello.

La película está basada en la novela Human Capital, del escritor estadounidense Stephen Amidon, original ambientado en los barrios ricos de Connecticut, en los días de opulencia previos al 11 de septiembre de 2011. Virzì adapta la narración y la ubica en Italia, en la ciudad lombarda de Brienza, cercana a Milán, y lugar de residencia de muchos empresarios que operan en la influyente Bolsa milanesa.

El relato describe el ambiente interno del poderoso y descarnado mundo de las finanzas, al enfocar la trama en una serie de sucesos que involucran a dos familias, una de clase alta y otra de clase media, cuyos hijos van al mismo colegio y viven un incipiente noviazgo.

El padre de Massi, Giovanni Bernaschi, regentea un fondo de inversión importante que ofrece ganancias anuales que rondan el 40 % del aporte inicial. El padre de Morena, Dino, es un agente inmobiliario que ha tenido su buen momento años atrás pero que ahora atraviesa una situación en la que su negocio está en decadencia.

Las cosas se van desenvolviendo más o menos de manera normal, incluso el padre de Morena consigue ser aceptado en el fondo de inversión que dirige Bernaschi y hasta es invitado a jugar al tenis en pareja con el magnate en su propia residencia.

Pero un hecho fortuito y trágico desencadenará una crisis que tendrá implicancias indeseadas para las dos familias: la muerte de un ciclista en un confuso accidente de tránsito.

La película comienza precisamente con la escena del accidente y luego el relato salta al pasado y el racconto se estructura en tres capítulos a través de los cuales se reconstruye la historia desde tres puntos de vista diferentes, los de Dino, Carla y Morena, para finalizar con un cuarto capítulo que retoma el tiempo actual del principio.

El retrato que ofrece “El capital humano” pone al desnudo las íntimas miserias y debilidades de cada uno de los personajes, tanto en su vida particular como en su desempeño social, poniendo el acento en los efectos que tiene el capitalismo salvaje en la vida privada de las personas, condicionadas y presionadas fuertemente por el sector al que pertenecen. Situación que contamina todos los vínculos, inficionados de ambiciones, traiciones y manipulaciones totalmente reñidas con la moral, pero completamente aceptadas y toleradas en la vida en común, claro que con su alto costo emocional y psíquico.

El film no escatima crueldad y por momentos se vuelve un tanto insoportable, al exponer el sufrimiento que un sistema salvaje e injusto puede causar a los más débiles y más desfavorecidos, sobre los cuales suele descargarse todo el peso de los costos, tanto materiales como espirituales, que requiere la maquinaria fría e insensible de los números.

Pero Virzì se reserva una última carta que trae un poco de alivio en la escena final, impregnada de amor y esperanza, protagonizada por dos de los personajes más vulnerables.

Pese a su contenido revulsivo, “El capital humano” se puede soportar por el cuidado estético de la imagen, una trama entretenida y, como dice su director, por la mirada piadosa sobre sus personajes, que aún en sus momentos más bajos, conservan un resto de humanidad, suavizando y licuando un poco el odio que podrían generar en el espectador, vapuleado por una serie de iniquidades duras de digerir.

Si bien todo el elenco es de gran nivel, no se puede dejar de mencionar la admirable interpretación de Valeria Bruni-Tedeschi, encarnando a una Carla plena de matices, repliegues y contradicciones, y la sorprendente versatilidad de la joven Matilde Gioli, con su Morena visceral, vital y avasallante.