El capital humano

Crítica de Fernando López - La Nación

Un mundo en el que todo tiene un precio

El italiano Paolo Virzì (Livorno, 1964) observa otra vez la Italia de su tiempo, pero ya no apuntando a ella en la clave de humor que distinguió la mayoría de sus obras, sino con una mirada más amarga, punzante y rigurosa que va en busca de las oscuridades, la corrupción, las mezquindades y las vergüenzas que la hipocresía se encarga de esconder bajo el resplandor del lujo y la opulencia que el dinero puede comprar. Es un mundo donde el espejismo del poder y la riqueza, no importa de dónde ésta venga y lo inestable que pueda resultar, encandila a quienes lo miran desde lejos y buscan imitarlo.

Virzì lo encuentra en el poderoso Norte, en un rincón de la Lombardía, cerca de Milán y su Bolsa, donde el dinero convoca a hombres de negocios, especuladores y arribistas, seducidos por el implacable juego de las finanzas que suelen beneficiar a los más ricos y astutos (y menos escrupulosos) y empobrecer a los más débiles o incautos. Si bien no se deja llevar por los estereotipos ni carga las tintas pintándolos como feroces malvados conscientes del efecto de su codicia en oposición a la presunta e ingenua santidad de la gente común, está claro que la responsabilidad es de todos. Cuando la mujer del acaudalado capitalista dueño de la suntuosa villa en la que se centra buena parte de la acción (apellidado no casualmente Bernaschi) lo acusa diciéndole: "Ustedes apostaron por la ruina de este país. y ganaron", él la corrige: "Nosotros.". Nadie es inocente, pero a todos les resulta útil distraerse de su incidencia en la despareja distribución de la riqueza. Y sólo a los más jóvenes les concede Virzì alguna esperanza.

Puede sonar curioso que esta historia que tan directamente apunta a la realidad italiana contemporánea provenga de una novela norteamericana cuya acción transcurría en Connecticut. Pero el trasplante se explica fácilmente cuando se observa que hay similitudes varias en el contexto -una crisis que altera bruscamente la situación económica del país-; en los personajes -en los dos casos es el dinero el que rige sus vidas- y, sobre todo, en la observación de conductas humanas. Y se comprende más todavía si se tiene en cuenta la libre e inteligente adaptación de Bruni, Piccoli y Virzì, que supo introducir un cambio estructural, al incorporar al original literario el suspenso del thriller.

De acuerdo con esa relectura, la película se compone de un prólogo -en él, un ciclista es atropellado y abandonado, agonizante, a un costado de la ruta sin prestarle socorro- y se divide después en tres capítulos, cada uno correspondiente a otros tantos puntos de vista sobre cómo se llegó al mismo infortunado hecho. En ello se ven involucradas dos familias de distinta posición social. Los episodios llevan el nombre de cada uno de los personajes que aportan su visión. El primero es Dino (Fabrizio Bentivoglio), un agente inmobiliario al que no le va bien en su negocio, pero ve en la relación de su hija, Serena, con el hijo del millonario, su compañero de estudios, una posibilidad de ingresar en el prometedor círculo de la especulación financiera. La segunda es Carla (Valeria Bruni-Tedeschi), la insegura y vulnerable esposa del magnate, actriz frustrada que lleva una vida vacía entre placeres superfluos y caros y vagas inquietudes culturales. La tercera es Serena (Matilde Gioli), que sigue simulando el ya marchito noviazgo sólo para no decepcionar a sus padres, pero ha encontrado el amor en un modesto y desdichado ex paciente de su madrastra (Valeria Golino), psicoanalista en un hospital público y personaje que aporta al relato un toque de calidez humana.

Mientras la acción vuelve una y otra vez a los mismos hechos (incluso, claro, la negra noche del accidente), según quién sea el que los reconstruya, y avanza la búsqueda del responsable del atropello, el cuadro se va completando y lo que muestra es un tapiz del mundo actual en el que la codicia tiene participación decisiva: todo gira en torno al dinero y todo tiene su precio. Incluso la vida, como lo expone la elocuente leyenda sobre el cálculo del capital humano que utilizan los expertos para establecer el monto de las indemnizaciones y que se incluye en el final de este film que supone un gran avance en la carrera de Virzì, tanto en su construcción narrativa y su lenguaje visual como en su reconocida capacidad para seleccionar y conducir a sus admirables actores.