El capital humano

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Es la economía, estúpido

La gran ganadora de la última edición de los Premios Donatello es una heredera del miserabilismo de Vidas cruzadas, 21 gramos y Babel.

El capital humano es uno de esos films que, no conforme con el nobilísimo objetivo de contar una historia, se propone trazar un ensayo social, económico y político del mundo. Ensayo que, como suele ocurrir en estos casos, es de una oscuridad desoladora aun cuando la última imagen cifre un atisbo de esperanza.

Los ecos del miserabilismo de Vidas cruzadas, 21 gramos y Babel resuenan desde la mismísima estructura coral hilada por, claro está, una tragedia, en este caso la muerte de un ciclista en una ruta durante la madrugada. A esto le seguirán cuatro capítulos, todos ellos demarcados por sus respectivos intertítulos. El primero está centrado en Dino (Fabrizio Bentivoglio), quien ve en una inversión en un fondo económico administrado por su consuegro multimillonario la oportunidad de salvar sus cuentas. El negocio, como todo en este film con plena conciencia de sus aspiraciones sociológicas, sale mal.

El segundo adopta el punto de vista de la consuegra de Dino (Valeria Bruni Tedeschi), una de esas cincuentonas aburridas y menospreciadas por su marido ocupado pero con el dinero suficiente para ejercitar la filantropía salvando un teatro en ruinas. ¿Lo logra? Obviamente, no. El tercer recrea los sucesos vistos a través de Serena (Matilde Gioli), hija de Dino y novia de ese nene bien que es el hijo del financista. Por último, el epílogo aúna y concluye todas las historias.

Es lógico que El capital humano haya significado un éxito en su país de origen, alzándose con siete premios David di Donatello, incluyendo el de Mejor Película. Al fin y al cabo, Virzi inyecta buenas dosis de corrección política achancándole a la economía (“Apostaron a que el país perdiera y lo lograron”, se dirá por ahí) la culpa de todos los males de la sociedad y reduciendo a los humanos a un conjunto de seres individualistas, oscuros, dominados o lisa y llanamente idiotas (allí está la acción final de Dino). Todo esto convierte a Paolo Virzi en realizador diplomado con honores en la escuelita de Alejandro González Iñárritu.