El capital humano

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

La misantropía y los bellos ideales

Si todas las películas fueran como El capital humano, los personajes sólo cumplirían la función de estereotipos que reafirman una tesis de origen central e inamovible, un cine de efecto basado en la ejemplificación, cuyas criaturas habitan no tanto un mundo posible sino un tablero donde sus posiciones y movimientos están calculadamente preseteados. Basado en una novela del norteamericano Stephen Amidon –de la cual toma personajes y situaciones, pero no la atención a los detalles que diluyen blancos y negros en tonalidades de gris–, el último film del italiano Paolo Virzì posee como norte estático una misantropía cínica, a la cual le opone ideales un tanto aguachentos depositados en los personajes más jóvenes, casi como en una (im)posible publicidad televisiva cuyo artículo de venta fueran “los males del capitalismo contemporáneo”.Relato coral a la manera de tantos films de las últimas décadas, en el cual tres narraciones temporalmente coexistentes permiten el entrecruzamiento de situaciones y personajes desde distintos puntos de vista, Virzì levanta el telón del drama con la muerte de un ciclista, como en el film de Juan Antonio Bardem. Pero a diferencia de aquel clásico del nuevo cine español producido en pleno franquismo, aquí el espectador desconocerá la identidad del conductor hasta el último tercio, jugando al suspenso de manera elemental y poco pertinente. El entramado de personajes y las relaciones de poder que se establecen entre ellos muy rápidamente adoptan el tono de una telenovela con altos valores de producción, con sus villanos, sus mujeres ricas con tristeza, sus heroínas sufridas, su ángel caído, sus amoríos extramaritales, sus extorsiones e incluso un embarazo en curso que puede o no torcer el rumbo de algunos acontecimientos.El reparto de talentos incluye a Valeria Bruni Tedeschi, Fabrizio Bentivoglio y Valeria Golino, y el concepto de puesta de cámara resulta ostentosamente elegante e incluso algo lujoso, posible paradoja del film de Virzì, coproducción ítalo-francesa que fue producida gracias al aporte de una gran cantidad de empresas y consorcios inversores. ¿Habrán tenido discusiones similares a las parodiadas por el realizador en esa escena que pone en tensión el cierre de un centenario teatro? A propósito: ¿conviene restaurarlo y ponerlo nuevamente en funcionamiento o construir sobre sus cimientos un supermercado o un estacionamiento? Con esa clase de simplificaciones de manual y una mirada escandalizada apenas epidérmica, El capital humano funciona como perfecto chantaje cinematográfico: durante casi dos horas, el espectador puede farfullar acerca de lo mal que está el mundo y sentirse ajeno a sus causas.