El candidato

Crítica de Alejandro Castañeda - El Día

Los candidatos, sobre todo, también bailan por un sueño

El marco referencial es demasiado evidente: la sombra del presidente Macri, al menos en sus aspectos más conocidos, surge de manera explícita en esta comedia paródica que deja al descubierto las artimañas de los constructores de imágenes, pero también la mirada superficial y poco exigente de un electorado que a esta altura compra, más que buenas ideas, candidatos bien vendidos.

El film cuenta los primeros pasos de un empresario que sobrevive como puede bajo el manto protector y destructor de un padre poderoso. El es Martín Marchand (MM, como el que te dije), quien tiene como aliada peligrosa a Eloísa (Elisa Carrió) a una señorona de lengua filosa más preocupada por la comida que por escuchar las propuestas de este empresario que busca diferenciarse en la política y en casa. Todo sucede en la casona de la estancia familiar. El film se abre con MM escuchando a un equipo de expertos en comunicación que fue contratado para su lanzamiento. Allí, en un par de buenas escenas, Martín ajustará su vestuario y su labia, escuchará sugerencias sobre aspectos más insólitos y se encargará de elegir nombres, logos y colores de su nuevo partido (NEO).

Ya de entrada el actor Daniel Hendler, en su segunda película como realizador, muestra su buen pulso. Hay clima, se evitan los subrayados, la respuesta actoral es óptima, y cada personaje y cada detalle, están bien presentados. El film muestra que en estos tiempos lo accesorio pasó a ser lo esencial. Los asesores están allí para satisfacer los mínimos requerimientos de un candidato, más interesado en disimular sus orígenes que en formular ideas nuevas. Y ellos irán reconstruyendo y deconstruyendo los perfiles de un personaje que deberá ajustarse a las exigencias de un escenario político sobrealimentado de gestos banales y ocurrencias momentáneas.

Con verosimilitud y sarcástica gracia, Hendler va desnudando de a poco las intenciones de todos. Porque no sólo el candidato falsea su personalidad. También estos expertos se revelan al final -en un volantazo poco creíble- como un engañoso equipo de expertos que está al servicio de otra idea y quizá de otro patrón. Y la gracia acabará en tragedia. Como para advertir que no sólo los que están más arriba disimulan y que hoy, en medio de un escenario donde todo se graba, se espía, se reacomoda y se usa, lo más sano es desconfiar. Porque la violencia de estos días suele inundar todo. Al final, nos recuerda que las coordenadas donde mueven los políticos tiene como modelo el manual ideológico de Tinelli: el supremo objetivo es enseñarles a bailar a los candidatos. Y hacerles creer que sólo importan los coach y la coreografía.