El campo luminoso

Crítica de Franco Denápole - Funcinema

UN VIAJE POR EL CORAZÓN DE FORMOSA
Por Franco Denápole
(@fdenapole)

El documentalista Cristian Pauls se entera de un viaje que realizó un grupo de expedicionarios suecos al corazón de Formosa en el año 1920. Siendo común en ese momento las travesías del hombre blanco que continuaba con su pretensión de descubrir, cartografiar y representar las zonas salvajes donde no había penetrado aún el progreso civilizatorio, Pauls explica en una entrevista que esta excursión le interesa más que otras no solo porque da lugar a uno de los registros más importantes que se tienen de la cultura pilagá (de la cual se reconocen como miembros, según el último censo de 2010, alrededor de 5000 habitantes argentinos), sino también porque los integrantes del contingente sueco llevaron una cámara y realizaron una película que fue estrenada en 1950 y cuyo título traducido fue Tras los senderos indios del Río Pilcomayo.

El material del que parte Pauls es más que interesante. Tomando como documento básico algunos fragmentos de la película existente, y recuperando partes del diario del viaje del líder de la expedición, Emil Haeger, la película se propone contrastar el presente y el pasado del pueblo pilagá y de las zonas recorridas por la expedición sueca, trabajando siempre sobre la insoslayable cuestión de lo uno y lo otro, del hombre blanco y el aborigen, y su evolución desde 1920 hasta nuestros días. Para ello toma estos dos elementos y los cruza con material propio filmado en su paso por las mismas regiones formoseñas y a partir de su interacción con los descendientes de este pueblo originario.

Los resultados son correctos. La decisión de intercalar el pasado con el presente, sobre la cual se sostiene toda su propuesta estética, no carece de una mínima planificación que responde al objetivo de generar climas o un cierto efecto narrativo. Por ejemplo, mientras la simulada voz de Haeger relata un dificultoso momento del viaje en el que el equipo tuvo que padecer las inundaciones generadas por las lluvias formoseñas, la cámara del director, muchas veces montada dentro de un auto que se mueve a través de las rutas que recorrieron los suecos, pasa por un tramo en el que se percibe un cielo nublado y amenazante. Son, sí, recursos algo elementales, pero que demuestran un criterio a la hora de organizar los materiales con los que se cuenta y conjugarlos para producir diversos significados.

El campo luminoso logra, aunque con recursos formales más bien rudimentarios y sin evidenciar un pensamiento innovador acerca de los problemas que aborda, trabajar el documental original sueco y resemantizarlo, dando lugar a un diálogo polifónico que no reduce lo que quiere contar a una fórmula maniquea o demasiado didáctica. Sin embargo, su principal problema es la duración. Es difícil justificar los 127 minutos que Pauls se toma para poner en escena las cuestiones que le inquietan. La extensión del largometraje no se termina de sostener con lo que tiene para ofrecer, y el espectador puede quedar por momentos boyando ante cierta repetición excesiva.