El camino de Santiago

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

El camino de Santiago homenajea el trabajo de Santiago Álvarez al frente del Noticiero ICAIC Latinoamericano, emitido por décadas cada semana en las salas de cine cubanas junto con los estrenos de ficción.

Didáctico, informativo y panfletario

Tal como era habitual a mediados del siglo pasado en gran parte del mundo occidental (Sucesos Argentinos, en nuestra versión autóctona) las salas de cine cubanas exhibían antes de los estrenos semanales un cortometraje informativo con las noticias locales e internacionales. El cineasta y periodista encargado de su producción fue Santiago Álvarez, un militante comprometido desde sus inicios con la revolución cubana que no veía posible la separación entre su producción artística y la política, por lo que dedicó su vida a generar un cine que le permitiera expresar su ideología y trabajar por la revolución comunista.

El Camino de Santiago acompaña a un grupo de estudiantes de cine que reciben el desafío de producir un cortometraje informativo inspirado en el histórico Noticiero ICAIC Latinoamericano y como preparación se reúnen con varios de sus artífices originales. Combinando entrevistas actuales con piezas de archivo, reconstruyen no sólo el impacto que el trabajo de Santiago Álvarez tuvo sobre el cine cubano sino sobre la sociedad en general al hacerles llegar piezas tanto informativas como reflexivas, sin nunca dejar de buscar formas de hacerlas atractivas e interesantes para los espectadores. Reformando el formato clásico de dar una secuencia de noticias breves con una voz en off sobre imágenes ascéticas, experimentó con la animación, el uso de música y un manejo de la fotografía que sin dejar de tener la crudeza de la improvisación pudiera conmover a su público.

Se viene el zurdaje
Cada sistema político se sirve de la cultura y los medios periodísticos para expresar sus fundamentos, algunos borroneando la frontera con la propaganda más que otros, pero El Camino de Santiago no pretende ocultar su sentido militante disfrazándose de imparcialidad. La narración de Fernando Krichmar es tan panfletaria como el sujeto de su homenaje y habla con orgullo del trabajo de todas las personas que se formaron bajo el liderazgo de Santiago Álvarez, participando de un proceso de experimentación que parece fuera de su época.

El Camino de Santiago no tiene tiempo de detenerse a explicar quienes fueron Fulgencio Batista o Hồ Chí Minh. No sólo asume que su público ya los conoce, tampoco desea invertir minutos de más en ellos porque en el fondo quiere hablar de cine. De un cine íntimamente ligado a la política, de un cine que no sólo muestra sino que también opina tratando de caminar la cornisa entre poesía y realidad. Recién en el último tramo busca contrastar las visiones de la ya anciana primera generación de revolucionarios con la de los jóvenes que aún están formándose. En ese diálogo se expresan algunas de sus críticas al sistema pero siempre desde dentro, como según el documental hiciera varias veces el mismo Santiago Álvarez desde su programa, corriendo por izquierda a la burocracia partidaria capaz de prohibir músicos o dejar que se pudra a la intemperie la producción superflua de una fábrica. En ningún momento el descenso será tan profundo como para plantear más cambio que seguir avanzando en la revolución.

Conclusión

Santiago Álvarez se autoproclama panfletario y dice sólo hacer cine porque existe el imperialismo. El documental lo avisa desde su primer minuto y nadie debería verlo esperando otra cosa. Apunta a un público bastante específico y difícilmente atraiga a quienes no compartan al menos parte de las ideas que expresa, por más que utilice un montaje bastante ágil y se esfuerce por no caer en una retórica agobiante.