El buen mentiroso

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Cuán agradable es ver una película como las de antes, en el que los duelos interpretativos, las vueltas de tuercas, la manipulación entre los personajes y también del guionista y el director al público nos deja con una sensación de satisfacción.

¿Le pasa seguido cuando sale del cine?

El buen mentiroso tiene una base novelesca. Adapta la novela de Nicholas Searle, y si bien tiene una resolución, eso sí, un poquito traída de los pelos, durante más de una hora y media atrapa y no suelta.

El protagonista es Roy Courtnay (Ian McKellen, que es y ha sido mucho más que Gandalf en El Señor de los anillos), un estafador que atrapa a sus víctimas embaucándolos con que podrá duplicar sus fortunas, para luego quedarse con el dinero. El filme comienza con él y con Betty (Helen Mirren, más que La reina) conociéndose en una red de citas.

Ambos mienten con sus nombres y sus pasados (The Good Liar no admite género, y puede ser la mentirosa buena), pero de entrada queda claro que el tramposo es él. Ambos serían viudos, y Betty tiene una fortuna considerable, además de un nieto que no ve con buenos ojos al señor que de a poco, comienza a tener más lugar en la vida (y en la casa) de su abuela.

Pero Roy es un ave de rapiña, que mientras enamora a la viejita y se hace el enfermo, es capaz de seguir estafando y hasta mandar a destrozar alguna parte del cuerpo al que piense desafiarlo.

La película, dirigida por Bill Condon, un cineasta capaz de hacer Dioses y monstruos y dos películas de la saga de Crepúsculo, y hasta Dreamgirls y la útima La Bella y la Bestia de Disney, va mutando una vez que la confianza de Betty hacia Roy es total, y cuando el golpe parece certero.

La empatía que tanto el embustero como la víctima generan en el espectador va mucho más allá, obviamente, de que se trate de dos personajes que transitan la tercera edad de una manera admirable. Nada que ver con dos ancianitos, porque Roy y Betty tienen mucho para vivir.

Tan cierto como que McKellen y Mirren son dos intérpretes de excepción, y que cosen a sus personajes y Condon hilvana su(s) historia(s) con tacto y buena mano. Hasta ese desenlace que anunciábamos y que, si bien no desmerece todo lo visto anteriormente, ya se sabe que el cinismo es un camino de ida.