El buen mentiroso

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

La delicadeza de lo sutil

Editada en 2016, The Good Liar, la primera novela de Nicholas Searle, se convirtió rápidamente en un gran suceso de la mano de excelentes críticas especializadas que resaltaban la intrincada trama de suspenso que remitía a lo mejor de John le Carré y Patricia Highsmith. Con un guión de Jeffrey Hatcher, responsable de La Duquesa (The Dutchess, 2008), Casanova (2005) y Mr. Holmes (2015), y la dirección de Bill Condon, conocido por su segundo film Dioses y Monstruos (Gods and Monsters, 1998), la adaptación de La Bella y la Bestia (The Beaty and the Beast, 2017) y El Quinto Poder (The Fifth Estate, 2013), el film sobre Wikileaks, El Buen Mentiroso (The Good Liar, 2019) es una traslación a medida con Helen Mirren e Ian McKellen como protagonistas.

El film narra una historia con varios giros inesperados alrededor de una anciana pareja de viudos que se conocen a través de un sitio de citas por Internet. Rápidamente Betty (Mirren) y Roy (McKellen) inician una relación platónica a pesar de la reticencia del nieto de la mujer, Stephen (Russell Tovey). Betty es una acaudalada viuda que solo desea compañía tras la pérdida de su esposo y su hijo y Roy interpreta ante ella el papel de un viudo con las mismas intenciones, pero en realidad es un conocido estafador de poca monta que vive del engaño y las mentiras junto a su socio Vincent (Jim Carter). El Buen Mentiroso es una obra sobre las máscaras que las personas usan en sus interacciones cotidianas y la facilidad que Internet provee para explorar el uso de esos disfraces que ocultan la verdadera identidad.

Condon y Hatcher construyen en base a la obra de Searle un film de capas que se van deshaciendo para revelar secretos enterrados, mentiras transformadas en identidades y crímenes cubiertos por las arenas del olvido pero recordados patentemente. La película expone desde el costado más patético de la pesquisa de altos retornos financieros por parte de inversores hasta las pequeñas estafas a su alrededor, pasando por la búsqueda de la verdad que la historia deja para los archivos. La velocidad de la trama de suspenso no permite reflexionar demasiado sobre la cuestión de la identidad y pasa rápidamente de descubrimientos a revelaciones y mentiras que se acumulan, pero detrás de los conflictos subyace un entramado complejo sobre el concepto de identidad que persiste hasta el final del film.

Condon entrega aquí uno de sus mejores trabajos en una pieza de relojería bien adaptada del lenguaje literario al cinematográfico, con una impronta clásica y formal, pero quedando un poco rezagada respecto de su mejor film hasta la fecha, Dioses y Monstruos, una película sobre los últimos días de James Whale, el mítico director de la primera adaptación cinematográfica de la aterradoramente icónica obra de Mary Shelly, Frankenstein (1818).

El Buen Mentiroso es así un buen thriller con extraordinarias actuaciones a la medida de sus protagonistas y una trama apasionante de pequeñas sutilezas que sorprende con cada develamiento, pero también tiene un buen despliegue fotográfico en Londres y Berlín, rubro a cargo del alemán Tobias Schliessler. La música del experimentado Carter Burwell agrega el suspenso necesario a un relato que tiene como centro la química entre Mirren y McKellen, una dupla que no defrauda gracias a una interpretación exquisita, plena en gestos y detalles. El film logra de esta manera, al igual que la novela, atrapar al espectador en una intrincada red de mentiras y engaños en los que siempre subyace una motivación que es revelada a su debido momento.