El brindis

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

"El brindis": el arrepentimiento llega tarde.

¿Comedia de redención? Si es así, el espectador se entera demasiado tarde. Antes de hacerlo (la redención tiene lugar, como es lógico, en el desenlace), el protagonista de El brindis se ha comportado con quienes lo rodean poco menos que como un cerdo. Básicamente con su familia, con la que parece atrapado en una (es)cena que se extiende del comienzo al fin, como una pesadilla. Lo sería, y esto daría interés a El brindis, si la película estuviera jugada más claramente en el terreno de la comedia negra. Cosa que no es. Quiere ser graciosa pero es difícil reírse -como hace el protagonista- con chistes que dejan mal parados a los demás. Como además de eso y por una cuestión estructural -que pronto se verá- El brindis reclama la complicidad del espectador, éste se resiste a darla. Hasta que nos enteramos de que la película estaba de acuerdo con nosotros: Adrien era, nomás, un cerdo, que ahora se arrepiente de haberlo sido. El arrepentimiento llega tarde.

Todo es cuestión de punto de vista, y es en eso en lo que el film del prolífico Laurent Tirard falla básicamente. La película está narrada en primerísima persona, con un protagonista que no sólo piensa, cavila, especula y fantasea en voz alta, sino que además echa mano del recurso que la comediante británica Phoebe Waller-Bridge convirtió en palanca narrativa de su excelente serie cómica Fleabag: hablarle directamente al espectador. Que allí funcionaba, porque la protagonista se portaba mal, pero compartía sus maldades, las hacía conscientes. En El brindis, Adrien (Benjamin Lavernhe, cero carisma) desprecia al prójimo a mansalva, sobre todo a los miembros de su familia-pesadilla, a los que con sus comentarios a cámara hace quedar, como diría Adrián Dárgelos, como un tropel de… bueno, un tropel. Pero como no hay asunción de la maldad, se supone que debemos compartir con él que su madre es boba, que su padre se parece a una rata de laboratorio, que su hermana es odiosa y su cuñado un pesado. Nos negamos a hacerlo.

Hay un personaje a quien Adrien quiere: su novia Sonia (Sara Giraudeau), que acaba de dejarlo, harta de él. Adrien cuenta los días, las horas y los minutos que lleva sin ella, y revisa insistentemente su celular, pero Sonia no se hace presente en el chat. Adrien tiene un bello recuerdo, el único momento de buena onda de la película. Es cuando se conocieron con Sonia y la cosa funcionó, desde un primer momento, a las mil maravillas. Pero por lo visto en algún punto él la hartó y ella se fue. Nosotros también estamos hartos de que Adrien se burle, desprecie y basuree repetidamente a los asistentes al casamiento de su hermana (todo gira alrededor del discurso que le han pedido que dé para la ocasión y que fantasea una y otra vez; de ahí el título original, Le discours). Estamos hartos de Adrien pero, a diferencia de Sonia, no podemos irnos.