El bosque de los perros

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Perro destino.

Siempre que llegan propuestas de género para un cine argentino al que le cuesta pegar el salto por diversas circunstancias que no vienen al caso de esta nota, las antenas se paran y apuntan especialmente a una serie de casilleros de un gran tablero, que frecuentemente no se llega a completar casi nunca y si se permite un juego de palabras cinéfilo daría la sensación que con el cine argentino de género “faltan 5 pal peso”.

El bosque de los perros encuentra en el formato del thriller un interesante marco para desarrollar un triángulo amoroso, donde los secretos del pasado de la protagonista Mariela (Lorena Vega) y su entorno juegan una carta marcada. Tan marcada como el destino y la tragedia que rodea la trama en que los perros también reflejan simbólicamente la idea de desamparo en base a la dependencia afectiva con sus amos.

Tras quince años de ausencia, Mariela regresa con ínfulas de venganza y eso se desprende desde sus ojos cada vez que encara a la gente, quienes también la ven con ojos de desconfianza y rechazo. Ella porta un karma tal vez y como toda ley karmática la rodea esa dinámica de lo que comúnmente se asocia al concepto de sembrar y cosechar.

¿Cuál es en definitiva la cosecha que ha sembrado Mariela desde su pasado de adolescencia tanto con Germán y Carlos? Es una pregunta de la búsqueda que atraviesa la película de Gonzalo Javier Zapico. La puesta de cámara es uno de los puntos claves para darle dinamismo a un relato en el que la crueldad se maneja desde la sutileza, sin golpe bajo ni truculencia gratuita. Hay otra violencia invisible como la del maltrato o el abandono relacionado al pasado.

Las actuaciones de Lorena Vega, Guillermo Pfening y Marcelo Subiotto, vértices de este triángulo amoroso intenso, se ajustan a los ritmos que pide la película. Lo mismo ocurre con los secundarios, convincentes en sus intervenciones, así como un cuidado de los rubros técnicos entre los que debe destacarse la fotografía de Germán Costantino y la puesta en escena general con la distancia justa entre personajes y cámara para resaltar detalles que pueden escaparse ante miradas poco atentas.