El bebé de Bridget Jones

Crítica de María Fernanda Mugica - La Nación

Bridget Jones, una antiheroína al borde de la razón

Lo genial de la primera película de Bridget Jones fue que su protagonista fuera una mujer como cualquiera, con sus encantos y sus fallas, metida en una trama romántica en la que dos hombres apuestos ( Colin Firth y Hugh Grant ) se disputaban su atención. Su éxito rotundo trajo como consecuencia una secuela que ya no resultaba tan original, pero divertía con sus exageraciones. El final feliz con Mark Darcy estaba bien para cerrar las aventuras de la antiheroína inglesa en el cine.

En este nuevo film, Bridget tiene 43 años, un buen trabajo y cierta preocupación por no tener aún marido e hijos. En una misma semana tiene relaciones sexuales casuales con un norteamericano multimillonario de Internet, interpretado por Patrick Dempsey , y con su ex, Darcy. Cuando queda embarazada no sabe quién de los dos es el padre del bebe y comienzan todos los enredos imaginables.

Lo mejor de la película es la interpretación de Renée Zellweger . La actriz convierte al personaje en la versión madura de Bridget que el guión no termina de definir, manteniendo su encanto y salvándola del ridículo total. En las escenas con Firth, siempre excelente como Darcy, la magia sigue intacta. Esos momentos y otros en los que Zellweger despliega su talento cómico nos recuerdan por qué queríamos tanto a Bridget Jones.

Pero el film parece un rejunte de distintas versiones del guión, que fue escrito por Helen Fielding, autora del libro en el que está basado, Dan Mazer y Emma Thompson , quien también tiene un pequeño papel aquí. Por momentos se hace cargo del paso del tiempo, pero después se arrepiente. Hay situaciones en las que vemos la maduración de Bridget, que no quiere decir que deje de ser ella misma, pero después vuelve a estar presa de situaciones que anulan esa evolución. Parte de esto queda claro en la subtrama laboral: al principio se la muestra como una productora periodística eficiente, pero enseguida la película la condena a la humillación.

En lo afectivo, Bridget termina en una situación que se considera lógica para alguien de su edad, pero salteándose o tratándose con superficialidad, el recorrido personal que la lleva a eso. Lo que le pasa es más una imposición que el resultado de un proceso de elección de vida.

La historia romántica tiene una falla fundamental. En el triángulo amoroso original ambos hombres resultaban muy atractivos: uno era caballeroso, poco expresivo, pero amoroso y fiel; el otro, el chico malo, irresistible. En esta tercera parte, el personaje de Hugh Grant queda afuera y el nuevo contrincante de Darcy no está a la altura. Poco importa que la película insista en que hay una competencia por el amor de la protagonista cuando para ella misma y el público no la hay.