El bar

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Los sospechosos de siempre
El director vasco Alex de la Iglesia sabe presentar, como pocos, la intrigante historia y sus personajes.

De lo que la gente es capaz de hacer cuando se siente en peligro, perseguida y acorralada -por no decir simplemente desquiciada-, El bar es un muestreo de todo lo bueno y lo no tan bueno que puede hacer el director de El día de la bestia.

Al estilo de La comunidad (2000), Alex de la Iglesia pinta en El bar a varios personajes. Tienen un ámbito en común, el bar en un barrio madrileño. Son ocho, entre la dueña, un asistente, un mendigo y varios clientes que comenzarán a desconfiar unos de otros cuando adviertan que, ahí fuera, hay un francotirador dispuesto a hacer blanco en aquel que ponga un pie en la vereda.

Las sospechas y las dudas pasan por todos, desde un joven con barba tupida -en tiempos de terrorismo…-, un ex policía armado, alguien con un maletín que cuida celosamente, una mochila sospechosa, una ludópata, una joven bastante suelta. En fin, nadie advierte que, además de ellos, hay alguien que se encerró en el baño.

Como en muchos de sus películas, por no caer en el lugar común de decir que en todas, el director vasco sabe presentar como pocos la historia y sus personajes. Tiene ideas, pero en cierto momento, cuando la trama ya se ha desarrollado y tiene que pegar la curva, se estanca.

El hecho de que el bar no tenga salida de emergencia es casi una metáfora del filme, cuando el acoso se sienta más, y ni siquiera se pueda confiar en los que están ahí afuera.

Al ser una película “de encierro”, no hay muchas artimañas de las que De la Iglesia pueda echar mano desde el manejo de la cámara. Y El bar pasa a ser una película “de personajes”, por lo que son los intérpretes los que llevan el peso de todo. De la historia, de decir con gracia o no los diálogos, de parecer espontáneos en ese aislamiento de horas.

Muchos de ellos ya han trabajado con el director de Perdita Durango y Crimen ferpecto (como Terele Pávez, Blanca Suárez, Mario Casas, Carmen Machi: la mayoría estuvo en su anterior filme, Mi gran noche), y el espectador al que le gusta De la Iglesia reconocerá en ellos marcaciones de antaño. Se suma Alejandro Awada como Sergio, uno de los más intrigantes sujetos que esconde más de lo que muestra.

Es cierto. Los primeros 40, 50 minutos son atrapantes, y luego todo desciende como los personajes al sótano. Y se intuye que si se lograra salir a la superficie, ya estará bastante manchado y algo arruinado. La película dura 102 minutos, con lo que habrá quien vea el vaso medio lleno y quien medio vacío.