El bar

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

El evangelio según el linyera

Con una gran irreverencia, cinismo y una extraordinaria comprensión de la idiosincrasia española, Álex de la Iglesia (El Día de la Bestia, 1995) ha construido una filmografía tan mordaz como satírica alrededor de las miserias de su país. En esta oportunidad la mirada del realizador español se centra en la paranoia y el miedo de un azaroso grupo de personas que queda atrapado en un pequeño bar del centro de Madrid debido a un incidente inesperado relacionado con un virus letal.

En medio del bullicio del centro de la capital española, un hombre es asesinado en la puerta de un bar por un francotirador cuando traspone la puerta. Preso del pánico, todo el mundo desaparece de las calles pero mientras el mundo se detiene, un grupo de personajes atrincherados en el bar ingresará en una dimensión desconocida que los llevará hasta los más profundos abismos de su personalidad.

Aludiendo a la podredumbre del alma humana y apelando a los instintos de supervivencia que bloquean toda la construcción de la personalidad en situaciones extraordinarias, el guión en colaboración de Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría (Celda 211, 2009) construye personajes patéticos cuyas máscaras se caen frente al terror ante la muerte mientras se aferran a esperanzas insubstanciales que los motivan a desatar un frenesí. El film logra construir una acción vertiginosa y un gran suspenso en un ambiente claustrofóbico que remite tanto a Rec (2007) como a otro opus del director, La Comunidad (2000), destacándose la labor de todo el elenco protagónico construyendo interpretaciones de diferentes temperamentos y clases sociales que funcionan a la vez como caretas y válvulas que impiden que la verdadera naturaleza surja en situaciones rutinarias.

A través de la monomanía de los personajes, el film descubre el velo de un grupo absolutamente entreverado que debe afrontar una situación límite para sobrevivir. Así conocemos a Israel, el linyera mesiánico (Jaime Ordoñez), Elena, la chica frívola (Blanca Suárez), el vendedor fetichista (Alejandro Awada), Nacho, el publicitario hipster (Mario Casas), Amparo, la dueña del bar (Terele Pávez), su conversador ayudante, Sátur (Secun de la Rosa), Trini, la adicta a la máquina de juegos (Carmen Machi) y Andrés (Joaquín Climent), el ex policía que anhela su anterior vida de represor.

Álex de la Iglesia construye, en esta coproducción española- argentina, un escenario de encierro angustiante que se va acrecentando para descargar metódicamente un humor casi perverso que nace del dolor y el sufrimiento ajeno, para develar el lado oscuro latente que reposa en cada individuo, esperando el momento para tomar el control, como si un estado de excepción inconsciente que dormitaba se hubiera hecho cargo de la persona. A medida que los personajes van perdiendo el control, las víctimas se convierten en victimarios y viceversa, la ética es nublada por las situaciones traumáticas.

De esta forma, en El Bar (2017) el relato mezcla el fervor religioso con la epopeya apocalíptica, el miedo al terrorismo con el pánico a un brote infeccioso y la ética con la inmoralidad en una historia tan alucinante como aterradora que tan sólo deja entrever algunas de las atrocidades y la locura que anidan en el corazón humano.