El Avispón Verde

Crítica de Mariano Torres - ZonaFreak

Una secuencia que recuerda al “Let Forever Be” de Chemical Brothers, la “Kato Visión”, un par de ingeniosos split screen y el uso de cámaras estratégicamente ubicadas para darle dinamismo al plano, son todo lo que queda del sello autoral de Michel Gondry.
Aún así, El Avispón Verde es, por más que sencilla y vacía en contenido, la película más alocadamente entretenida en la carrera del francés, otrora realizador de clásicos como Eterno Resplandor de una Mente Sin Recuerdos y Be Kind, Rewind.
Y es que este avispón verde no le pertenece, ya que ese crédito se lo lleva Seth Rogen. La catarata de gags (algunos ciertamente mejores que otros) y delirios constantes recuerdan su estilo de comedia (hasta el amigo James Franco tiene un divertido cameo), y por momentos sorprende no encontrar la firma de Judd Apatow detrás del guión. ¿Cuánto queda entonces del avispón que conocemos -o creíamos conocer- todos? Poco o mucho, según como se vea (no olvidemos que el absurdo estuvo siempre allí presente), pero de un modo u otro, por demás exagerado conforme a los tiempos hollywoodenses que corren.
En esencia, el Avispón original sigue ahí: Britt Reid, un millonario excéntrico con tiempo de sobra, descubre que puede serle útil a la sociedad como un enmascarado vengador anónimo que hace justicia por mano propia, siempre de la mano del multifacético Kato (capaz de demoler a patadas a su adversario y al mismo tiempo hacer el mejor café del mundo). Como la situación amerita un villano de la talla de estos dos paladines de la justicia, ahí es donde entra en escena Chudnofsky (Christoph Waltz, en una suerte de versión paródica de su Crel. Hans Landa) y sus secuaces, dueños de la mayor red de narcotráfico de Los Angeles.
Lo que queda del film son disparos, explosiones,chistes, artes marciales, una Cameron Díaz en esporádicas intervensiones estilo Femme Fatale, más explosiones y más chistes. Un cocktail ciertamente eficaz y efimero, pero que dejará satisfecho al espectador que busque solamente eso: diversión garantizada que no se toma -por suerte- demasiado en serio.