El auge del humano

Crítica de Marcela Barbaro - Subjetiva

El auge de lo humano, de Eduardo Williams
Por Marcela Barbaro

Un extenso retrato generacional sobre jóvenes desilusionados con el tiempo en que les toca vivir. Ese desencanto globalizado los llevará a deambular por los suburbios de su país, mezclarse con la naturaleza, y conectarse a través de la web con otro par (de donde sea) para vincularse empáticamente. Tres episodios, tres jóvenes y las fronteras que se desdibujan como un factor en común.

El premiado cortometrajista Eduardo “Teddy” Williams (Pude ver un puma, El ruido de las estrellas me aturde), quien se ha ocupado en sus cortos sobre éstos tópicos, debuta con su ópera prima El auge de lo humano, donde continúa y extiende su visión a partir de tres historias que unirán Buenos Aires, Filipinas y Mozambique.

El escenario elegido para el comienzo es Buenos Aires. En un suburbio inundado y con cortes de luz, Exe pierde su trabajo de repositor y debe conseguir otro medio para sobrevivir. No hay muchas ofertas laborales ni tampoco aspiraciones personales. Se junta con los pibes del barrio, caminan, hablan y comparte, con otros, sin participar, una sesión de sexo pago por internet. A través de la web se conectará con Alf, un pibe de Mozambique (segundo episodio) que también se junta con amigos para practicar cibersexo, luego deambularán por las calles hasta internarse en la selva. Desde allí, se unirá con la tercer y última historia a través de la escena de unas hormigas que derivarán en un joven filipino que se divierte en una laguna con sus amigos mientras charlan.

Teddy Williams opta por registrar a sus personajes con cámara en mano a través de largos planos secuencia. Los observa en su cotidianidad, sin ninguna intervención, los deja ser a través de una fotografía descuidada y de una estética que se aleja de todo artificio. Con distintos formatos audiovisuales, las tres historias optan por ese registro hiperrealista, con sonido directo, como la mejor manera de construir un relato que se ajuste a ser un espejo del presente. Escenas explícitas, planos asfixiantes, o tomas despojadas, conforman una película alejada de lo netamente narrativo, más bien se adentra y se siente más cómoda en su carácter sensitivo y en el juego experimental con las imágenes.

Me gustaría definir El auge del humano, comenta el realizador, como algo que yo no consigo explicar con palabras. La intención de hacerla fue compartir búsquedas e inspiraciones, curiosidades, intenciones, ideas, sentimientos que parten en busca del encuentro con otras, tanto durante el rodaje como en la etapa posterior. Podría pensar que todo comienza en el intento de escapar a la vida que veía que se me proponía cuando era más joven, trabajar para ganar plata y subsistir, dejar las fantasías y pensamientos propios como un pequeño condimento. Descubrir que este sentimiento era compartido con otros chicos en diferentes países me dio una base para pensar en la película.

La película ha participado en prestigiosos festivales internacionales obteniendo varios premios y menciones para destacar: El Pardo D’oro Cineasti del Presente y Mención Especial First Feature en el Festival de Locarno; Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Mejor Fotografía y Mejor Edición en Janela Internacional de Cinema do Recife y Premio Especial del Jurado durante el JeonJu International Film Festival.

A pesar de ser una propuesta con algunos momentos interesantes desde lo formal, con un gran trabajo de producción y montaje, la temática no es novedosa. El auge de lo humano, se acerca a un tipo de cine hecho por jóvenes realizadores que reflejan la problemática y el conflicto que les provoca su propia contemporaneidad. Su tedio y desconcierto existencial. En éste caso, Teddy Williams extiende su frontera para dialogar, aunque en distinto idioma, a través de un lenguaje globalizado que los conecta (¡siempre que haya wifi!) de cara a un futuro incierto, vigilado, y con pocas posibilidades de diferenciarse.

EL AUGE DE LO HUMANO
El auge de lo humano. Argentina/Brasil/Portugal, 2016.
Dirección y guion: Eduardo Williams. Intérpretes: Sergio Morosini; Shine Marx; Domingos Marengula; Chai Fonacier; Irene Doliente Paña; Manuel Asucan; Rixel Manimtim. Dirección de fotografía y cámara: Joaquín Neira, Julien Guillery, Eduardo Williams. Montaje: Alice Furtado y Eduardo Williams. Dirección de arte y vestuario: Victoria Marotta. Sonido: Milton Rodríguez, Roy Llanes Roncales, Pedro Marinho, Joseph Dennis Asunción Gagarin. Duración: 97 minutos