El atelier

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Visión del cine

Se estrena El atelier, la nueva película de Laurent Cantet, director de Recursos humanos, El empleo del tiempo, Bienvenidas al paraíso y Entre los muros. Un trabajo que analiza el avance de la ideología de ultraderecha entre los adolescentes franceses.
Existe una gran diferencia entre Laurent Cantet y otros directores contemporáneos que focalizan su mirada en el cine social y político. Mientras que un Ken Loach o un Costa-Gavras exhiben su posición e ideología política sin matices, Cantet trabaja desde la ambigüedad. Su mirada, generalmente, no se enfoca en el héroe, sino en el personaje en crisis, en el personaje dubitativo que se encuentra en una encrucijada ideológica y personal.

Si bien es fácil relacionar a El atelier con Entre los muros porque ambas comparten un espacio de expresión y discusión entre jóvenes de diversas etnias raciales, sociales y religiosas, el tono elegido en esta oportunidad es netamente ficcional. Aún cuando la mayoría de los adolescentes son intérpretes sin formación ni experiencia profesional, Cantet apuesta por una narración más clásica que se traduce también en la puesta en escena.

El protagonista es Antoine -notable debut de Matthieu Lucci- , un joven de clase media que desea entrar en el ejército. Antoine vive en La Ciolat, una ciudad portuaria cuya principal fuente de empleo era un astillero que cerró hace varios años. No muy lejos de donde se encontraba dicho astillero, el protagonista comienza un taller de escritura de policial, dictado por la escritora Olivia Dejazet -impecable trabajo de Marina Fois-, que reúne a un grupo de jóvenes multiétnicos que tiene como meta escribir una novela con las características mencionadas.

Queda claro desde los primeros minutos que las voces de los jóvenes van a ser fundamentales para que Cantet demuestre los prejuicios raciales en los que se encuentra la sociedad francesa hoy. El miedo que quedó latente después de los atentados en París trajo como consecuencia una ola de xenofobia que proporcionó una excusa a los partidos de ultraderecha para influir sobre la mente de la juventud.

Cantet, en conjunto con el coguionista Robin Campillo -director de la multipremiada 120 pulsaciones por minuto– dotan a su protagonista de talento para la narración. No solamente sabe escribir sino que además tiene mayor imaginación y noción de los códigos del género que el resto de sus compañeros, lo que despierta la curiosidad de la profesora. Pero la manera de expresar sus ideas en forma descarnada y resentida con la comunidad musulmana, denotan la influencia que las ideas de derecha tienen sobre su mentalidad.

Los conflictos que van in crescendo con sus compañeros y su personalidad individualista, negadora y egoísta crean un malestar en la clase que proporcionan a la escritora una motivación por entender los orígenes que llevan a un joven con talento a convertirse en un estereotipo del personaje ultranacionalista.

Cantet no empatiza con su personaje, pero proporciona una hipótesis sobre el desequilibrio emocional de la juventud francesa que busca como escape la violencia y el odio. La influencia de youtube, los videojuegos y las propagandas políticas de representantes ultraderechistas impactan sobre el personaje que, como todos los protagonistas del director, entra en una encrucijada cuando Olivia desea hacerle notar que su postura es hipócrita. Cantet no se calla y también demuestra, a través de ella, la hipocresía de la burguesía francesa.

El tono del film pasa paulatinamente del drama intimista al thriller obsesivo. Sin embargo, se notan las limitaciones que el realizador francés tiene con el género policial y sobre el desenlace ciertas situaciones resultan forzadas. El fuerte de Cantet es el debate liso y directo. Las escenas dentro del atelier son dinámicas y exhiben un abanico de realidades que son un reflejo de los miedos, la identidad y las incertidumbres de la nuevas generaciones.

El argumento de la novela dentro del film también le proporciona a Cantet motivos para darle a La Ciolat protagonismo, no sólo como contexto sino también como medio de denuncia -al estilo de Recursos humanos– de la crisis que sufrió toda la ciudad a partir del cierre del astillero y mostrar cómo esto influencia en el comportamiento de la juventud.