El ataque

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

Traición recargada

Señor espectador: antes de mirar esta película se recomienda ver Ataque a la Casa Blanca. Aunque parezca un chiste, cuatro meses atrás, el director Antoine Fuqua también sembraba miedo en la sede de gobierno estadounidense.

Convengamos que la originalidad escasea en las cabecitas de la industria y el realizador Roland Emmerich vuelve hacer lo que más sabe: destruir. Y la Casa Blanca parece ser su obsesión como lo hizo en Día de la Independencia o El día después de mañana.

Lo lúdico que tiene El ataque es poder comparar personajes con su antecesora: al actor Jamie Foxx en la piel del atlético (usa zapatillas) e implacable presidente James Sawyer con el papel de Aaron Eckart como Benjamin Asher. O al ex agente de seguridad John Cale (Channing Tatum) con el custodio Mike Banning (Gerard Butler) en plan de “yo contra el mundo”.

Ante esta clonación fílmica podremos ver algunos puntos sobresalientes.

El ataque trepa apresuradamente a la acción cuando una traición en el entorno presidencial desemboca en la toma de la Casa Blanca. La pregunta es ¿cómo sostener sin aburrir tanta tensión a base de balas, sangre, negociaciones y (des) lealtad en las casi dos horas restantes? Ahí se luce otra vez la muñeca del alemán.

Asesinatos a tiro limpio (no hay tanta quiropraxia mortal como en el otro filme), un completo tour cinematográfico por cada rincón del palacio gubernamental (incluido los túneles por donde “JFK metía a Marilyn”) condimentan un filme donde el presidente estadounidense deja de ser impávido, sino que es enérgico y atlético: trepa junto a su agente por el hueco de un ascensor, dispara (y mata), pelea a puño limpio, etc.

La caída de la cúpula del Capitolio, puede recordar al 11-S, aunque Emmerich llame a no tomar muy en serio a sus películas. El uso y abuso de la cámara lenta en las explosiones (que las hay en cantidad), la loca persecución de la limusina presidencial por el parque o un helicóptero clavándose en uno de los salones de la sede de gobierno mide el grado de frenesí de un filme donde los malos actúan más por despecho y venganza familiar que por dinero.

Mención aparte para la pequeña Joey King (Emily, la hija de Cale), quien lloró más que en El Conjuro y hasta filmó y desafió a sus captores. En Hollywood, todo vale.