El artista anónimo

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Muy ocasionalmente se estrena en estas pampas un filme de origen finlandés, y esto se siente como refrescante, o debería haber sido.

Pasemos a explicar, este es el segundo filme que se estrena de éste director, Klaus Harö, quien había sorprendido bastante gratamente con “El Esgrimista” (2015), en este caso se aferra tanto a la internacionalización del texto, para su mejor acogida, que pierde de vista aquello que lo debería distinguir como propio de una cinematografía diferente, digamos su impronta.

Desde la estructura narrativa clásica, pasando por la presentación de los personajes y su eventual desarrollo, hasta la idea de jugar en paralelo la trama principal y la subtrama de modo tal que ambas se apoyan y se impulsan en su evolución propia.

Posiblemente el titulo con el que se estrenó en los países de habla inglesa, “One last deal” tenga en su análisis un mejor punto de partida, que el original en finlandés, con el que se estrena aquí.

Pues “El artista anónimo” sólo hace mención en tanto a una de las variables en las que se desarrolla el relato, la otra variable es la de la relación entre los miembros de una familia, un padre, su hija y el nieto.

En este sentido un último trato podría estar anticipando parte de la intención primaria del filme.

Culpas, demandas, reclamos desinteligencias, pero también compasión, entrega y amor fraternal.

La historia se centra en un viejo galerista de arte, conocedor del arte que siempre trato de darle impulso, es lo que siempre fue su deseo, ser dueño de manera temporaria de obras de arte, y vivir de eso, la compra y venta de arte.

Pero el avance de la tecnología, de lo cibernético específicamente, lo fue dejando de apoco fuera de circulación, lo más moderno que hay en su galería, a la que ya no puede seguir alquilando, es una cámara de vigilancia y un contestador telefónico de cinta, pues celular e Internet no entran es su vocabulario.

En ese deambular por las casas de subastas descubre una pintura de la que cree reconocer a su autor, pero no está firmado, por lo que deberá poder corroborar la autoría del mismo. Esta situación utiliza el director para mostrar el mundo del comercio del arte, en realidad desnuda ese submundo mercantilista.

Quien lo ayuda en esa tarea es su nieto, quien necesita de su abuelo para que pueda hacer las prácticas laborales que le exige la escuela, sin demasiadas responsabilidades extras. En medio su hija, alejada del padre por cuestiones que en algún momento se irán develando.

Si bien es de estructura, presentación y desarrollo todo demasiado clásico, demasiado Hollywood, el director logra no caer en falsos sentimentalismos, ni en la función de malos contra buenos, ricos y pobres.

Si tiene como dato a destacar el diseño sonoro, incluyendo la banda de sonido con temas de Mozart, Vivaldi, Haendel, entre otros,

Tampoco sucede con la subtrama familiar, en este caso hasta se agradece la sutileza formal que instala para contar determinados actos y/o sucesos.

Si algo funciona bien es el guión que sin dejar de ser un drama, no pierde las ocasionas que se presentan para instalar el humor, ya sea en forma irónica o directa, sostenido por las muy buenas actuaciones

Un filme que no intenta innovar nada, una agradable historia que se deja ver, agrada, enternece, hace reír, sabe que publico ira a verla y luego de finalizado los hará reflexionar sobre si mismo