El artista anónimo

Crítica de Cecilia Della Croce - Ociopatas

Este jueves llega a la cartelera porteña El artista anónimo, un film finlandés del reconocido director Klaus Härö, cuyo largometraje anterior, La clase de esgrima (2015) estuvo nominado al Golden Globe y quedó preseleccionado como mejor película extranjera para los Oscar.

La película cuenta la historia de Olavi, un señor mayor bastante solitario y aferrado a sus viejos hábitos y a su local de venta de objetos de arte con sabor a anticuario, ubicado en una melancólica callecita empedrada del centro histórico de Helsinski. Si bien tiene una hija, no tiene mucho contacto con sus afectos porque dedica casi todo su tiempo a sus cuadros, de los que se rodea a modo de fortaleza para no ceder a la extrema fragilidad de la vejez. Olavi no se resigna a dejar ese lugar, a pesar de que los demás locales de la cuadra están pasando a manos de merchants más modernos, y antes de jubilarse quiere lograr un último gran hallazgo en la subasta de arte, que sea como descubrir un tesoro y que le permita probar el valor de su enorme conocimiento de pintura, fruto de la experiencia de toda la vida. Cuando finalmente llega la oportunidad y aparece un cuadro que él cree muy valioso pero no está firmado, comienza una búsqueda para resolver el misterio del artista desconocido que cambiará el vínculo con su nieto adolescente.

Esta historia sencilla acerca del último tramo de la vida y el legado que dejamos, reflexiona sobre la brecha generacional y es un tributo nostálgico a un mundo de fichas escritas a mano, teléfonos negros para discar números y relojes cucú que está dejando de existir para dar paso a las tablets, las búsquedas en google y las ventas por internet.

Por momentos la narración se vuelve un poco lenta y hasta previsible, pero gracias a un gran trabajo en rubros como la fotografía y la música, y a las actuaciones de los protagonistas, el director logra tramos de gran sensibilidad y belleza visual.