El Ártico

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

Mads Mikkelsen es el protagonista absoluto de esta aventura de supervivencia, ambientada en las remotas y heladas tierras del Círculo Ártico.

Dentro del género dramático y la aventura, hay un lugarcito especial para las historias de supervivencia, muchas basadas en hechos reales (que casi siempre terminan medio mal) como “Everest” (2015), “En el Corazón del Mar” (In the Heart of the Sea, 2015) o “127 Horas” (127 Hours, 2010). La idea de estos relatos es meternos de lleno en las arduas experiencias de los protagonistas que le hacen frente a condiciones extremas, para poder compartir (y probar) un poquito de esos peligros y peripecias desde la comodidad de la sala de cine, sin sufrir riesgo alguno a nuestra integridad física. La islandesa “El Ártico” (Arctic, 2019) va por ese lado, desplegando una historia minimalista que rescata el férreo espíritu de lucha del ser humano para seguir adelante, incluso durante las condiciones más adversas.

El brasileño Joe Penna debuta en la pantalla grande después de una exitosa serie de cortos en YouTube, y se despacha con un relato más que intenso delante y detrás de las cámaras, ya que esta ópera prima la llevó a cabo a lo largo de sólo 19 días en uno de los rodajes más difíciles, según cuenta su estrella Mads Mikkelsen. El actor danés es el protagonista absoluto de esta aventura que lo encuentra varado en las frías tierras del Círculo Ártico (dah), a la espera de algún tipo de ayuda o rescate.

Para cuando conocemos a Overgård (Mikkelsen), el aventurero ya lleva un tiempo atascado en este deshabitado y helado lugar, supuestamente, después de un accidente aéreo. Desde entonces, decide refugiarse en los restos de la avioneta que lo transportaba, y seguir una serie de rutinas para mantenerse vivo y ocupado sin perder la razón o las esperanzas. Regido por el reloj, el hombre chequea constantemente sus líneas de pesca para procurarse el mínimo alimento, explora las cercanías de la caída tratando de delinear un mapa de su entorno, e insiste con las señales de auxilio que no parecen encontrar respuesta.

Así son sus días, desde que se levanta hasta que se acuesta y empieza otra vez, manteniéndose a resguardo de las implacables condiciones climáticas y los feroces animales que pululan cada tanto a su alrededor. Una de estas jornadas, finalmente aparece un helicóptero de rescate, pero este termina estrellándose en medio de una tormenta. Las esperanzas de Overgård vuelven a disiparse, pero igual resuelve ir a ayudar a los ocupantes: el piloto (Tintrinai Thikhasuk) que muere durante el choque, y una joven mujer (Maria Thelma Smáradóttir) gravemente herida. Ahora, a sus tareas cotidianas, nuestro héroe suma los cuidados de la rescatista que apenas se mantiene consciente. Cura sus heridas como puede, la alimenta y la ampara, esperando que venga el auxilio.

El tiempo pasa, la salud de la mujer va empeorando y Overgård debe tomar una decisión: mantenerse a salvo en la seguridad de los restos del avión esperando el rescate, o salir a la intemperie en busca de ayuda a una base que parece estar a un par de días de distancia. Acá es donde empieza la verdadera aventura de este héroe, que va a poner en juego todas sus habilidades para la supervivencia, arrastrando a su compañera por los hostiles paisajes del Ártico, que no siempre colaboran a lo largo de su travesía.

Se nota que Overgård tiene cierta experiencia, pero hasta sus fuerzas y su voluntad tienen un límite cuando debe hacerles frente a las inclemencias, los animales salvajes que no discriminan o la propia naturaleza que no le da respiro. Penna y su coguionista Ryan Morrison, se concentran en todo los pequeños detalles sin abusar del dramatismo del momento. El resultado es una historia 100% humana cargada de frustraciones, que no necesita de diálogo alguno (apenas se dicen un par de líneas a lo largo de sus 98 minutos), posando todo el peso de la narrativa en los hombros de Mikkelsen, que convierte la película en un “one man show”.

Hasta la victoria, siempre
El magnífico trabajo del actor se complementa con la desoladora visión de Penna y su director de fotografía Tómas Örn Tómasson, que no pierde oportunidad de mostrar la majestuosidad y peligrosidad del paisaje, las despiadadas tormentas que pocas veces anticipan el golpe, la dureza e infertilidad de las volcánicas tierras de Islandia y la crudeza del entorno que deben enfrentar los protagonistas si quieren sobrevivir. Esta angustia se contagia inmediatamente en el espectador, aunque no siempre encuentra la mejor reacción ante un relato un tanto cíclico y repetitivo que empieza a abusar de sus artilugios narrativos hacia el final.

El resultado es mucho más una experiencia emotiva y sensorial que una historia dramática, la cual hace hincapié en los instintos y las necesidades más básicas, incluso la de conectar con otro ser humano cuando la soledad empieza a pegar duro. Este parece ser el obstáculo más grande que Overgård debe enfrentar en un punto, y de ahí su resolución de arriesgarlo todo. En conclusión, “El Ártico” es una propuesta interesante dentro del subgénero, pero se queda corta a la hora de terminar de redondear sus ideas y entregar un desenlace satisfactorio que no frustre al espectador ni caiga en convencionalismos.