El arte de la guerra

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Por una vez, el título de estreno en Argentina es superior al internacional. The Grandmaster podía haberse traducido como "El gran maestro". Y habría llevado a orientar la mirada hacia la biografía de Ip Man (Tony Leung Chiu Wai), quien sería el mentor de Bruce Lee. El arte de la guerra cuenta la vida previa de Ip Man, sobre todo en las décadas del treinta y cuarenta, con las disputas entre los estilos de kung fu y los dramas derivados de la ocupación japonesa de China. Y ahí el título internacional y también la oración precedente sobre "la vida previa de Ip Man" se hacen inexactas y además confunden acerca del planteo de la película. El arte de la guerra está lejos de presentar como único protagonista a Ip Man. También está Gong Er (la bella e intensa Ziyi Zhang de El tigre y el dragón), que por momentos -los mejores momentos- asume el protagónico de la película y tiene sus propios conflictos.

El arte de la guerra es un título más conceptual, que se ajusta más y mejor a esta ambiciosa propuesta de Wong Kar Wai, uno de los directores fundamentales de las últimas décadas. Sus imágenes -sus velocidades, su plasticidad, sus encuadres- han definido muchas otras imágenes y se han quedado grabadas en nuestra memoria cinéfila y -sin exagerar demasiado- han pasado a formar parte de nuestros sueños. Películas fundamentales como Chungking Express, Happy Together (filmada en la Argentina) y Con ánimo de amar son magistrales ejemplos de esplendor visual asociado a historias pequeñas, sobre las cuales la música y las imágenes proponían variaciones, como si fueran interpretaciones libres de jazz sobre melodías familiares. Historias mínimas explotadas al máximo por un estilo inconfundible. A partir de 2046, Wong amplía y complica las historias y comienza a hacer un cine por un lado más abierto en términos narrativos y por otro (y por eso mismo) más débil. 2046 y El arte de la guerra sufren del mismo problema estructural aunque con distintos géneros de base. El arte de la guerra es endeble en tanto narración biográfica o histórica, es espástica, notablemente inconsistente, como si le faltaran partes (se sabe del trabajoso montaje de ésta y otras películas de Wong). Si la narración fragmentaria funcionaba en In the Mood for Love era porque la historia se concentraba en menos personajes y en menos hechos. No era nada frustrante sino fascinante el derrotero de Wong en ese y otros films, ayudado además por una musicalización sofisticada y abierta. En El arte de la guerra es reemplazada por una mucho más convencional.

Lo que permanece en la nueva película de Wong no es tanto el sentido global de la historia sino el esplendor visual, realmente extraordinario: lluvia, nieve, trenes, casas de lujo, banderas, peleas de una perfección y un refinamiento asombroso. Como casi siempre, Wong deja muchas imágenes y secuencias enteras para atesorar (es destacable que la mejor sea la de la procesión fúnebre, que apenas incluye acción en términos de pelea). Es una pena que pierdan parte de su enorme potencia cromática y expresiva en una narrativa que necesitaba de una mayor extensión o de una mayor concentración y claridad.