El aro

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

"El aro": el fantasma vuelve, pero cansado

Veintiún años después de la película original, este nuevo refrito del clásico del J-Terror regresa de la mano de su autor primigenio. 

Estrenada en Argentina con el título El anillo, Ringu tuvo su lanzamiento mundial en 1998, empujando definitivamente la fiebre del j-horror, el horror cinematográfico hecho en Japón, un país con una extensa tradición en el terreno del fantástico pero escasos exponentes puros y duros de terror, al menos hasta tiempos recientes. A tal punto fue exitosa la historia del VHS embrujado y Sadako, la mujer fantasmal de largos y lacios pelos negros que vive en un pozo de agua, que la película no sólo tuvo una remake y secuela made in Hollywood sino que, de manera ostensible, la estética, tono general y detalles formales (como el particular movimiento de la criatura) tuvieron de allí en más una enorme influencia en el cine de sustos producido en todo el mundo. Veintiún años más tarde, esta nueva entrada/reinicio/refrito de ese universo, dirigida por Hideo Nakata, el autor del film seminal, llega con los caballos extremadamente cansados.

El aro (no sea cosa de repetir el título) es un aletargado y cansino relato de maldiciones duras de matar, con un fuerte foco dramático en los traumas de la infancia, idea que el propio Nakata había explorado con mucha mayor potencia y eficiencia en Dark Water (2002), sin dudas su mejor película a la fecha. En realidad, Sadako (gracia original del film) retoma conceptos de las anteriores Sadako 3D y Sadako 2 3D, cuyos títulos permiten avizoran cierta falta de imaginación. Aquí hay una extraña huérfana con síntomas de autismo y amnesia, la pequeña sobreviviente de un terrible incendio que acabó con la vida de su madre, quien a poco de llegar al hospital comienza a hacer gala de extrañas habilidades telequinéticas. Quien se interesa por ella es una psicóloga del pabellón (la actriz Elaiza Ikeda) a su vez hermana de un youtuber que, para obtener más seguidores en las redes, no tiene mejor idea que irse a grabar un video al departamento en cuestión, origen de un nuevo clip maldito con Sadako escondida en el fondo del plano.

Es evidente, ya desde los primeros minutos, que Nakata ansía correrse de los golpes de efectos como elemento primordial (aunque que los hay, los hay) para intentar llevar adelante un relato enfocado en el misterio de origen, que debe ser descubierto para volver a un posible estado de equilibrio. Nada nuevo bajo el sol, desde luego, pero el mayor problema de El aro no es tanto su previsibilidad como el desarrollo mismo de las acciones y reacciones, en una atmósfera que nunca llega a ser realmente sombría o aterradora. Ni siquiera la propia Sadako, que alguna vez fue capaz de ponerle los pelos de punta a los espectadores más sensibles, logra superar en sobresaltos a algún fantasmita de la serie animada Scooby Doo. El peor pecado de una película que demuestra que la saga parece estar agotada por completo.