El aro: resurrección

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

Esta adaptación china de la saga The Ring termina de concretar el formato “mesa de saldos” del terror. Una especie de rejunte de retazos de una idea que fue amortizada hasta el infinito a partir de todas sus precuelas, secuelas, remakes e infinitas derivaciones. Ya no importa el punto de partida, que siempre es más o menos el mismo –la maldición alojada en una nueva tecnología–, sino el soporte del mensaje maldito, que en este caso es una novela web compartida por varios alumnos y profesores de un campus universitario. Lo que resta es la puesta en escena del “capítulo final” de la novela “Un espíritu enamorado” en el que sucesivas víctimas padecen la terrorífica irrupción de la mujer de cabellos negros, emblema de la historia y corazón de la tradición del J-horror.

Pese a estar dirigida por el japonés Norio Tsuruta -responsable de Ringu 0-, lo que asombra de El aro: Resurrección es la pobreza de su realización, un inconsciente amateurismo que se revela como una parodia sin gracia de todas las anteriores. No solo hay un pésimo timing en la irrupción de los momentos de terror, sino que la trama narrativa que une a los personajes y justifica los avistajes del fantasma termina siendo risible, resuelta en las explicaciones de los actores frente a la cámara. El found footage, que se convirtió en un artilugio efectivo para el terror de bajo presupuesto, aquí agoniza como un recurso desperdiciado, enredado en los mensajes admonitorios sobre el “mal” uso de internet y el peligro de la adicción a las redes sociales.