El árbol de la vida

Crítica de María A. Melchiori - Cine & Medios

Cada vida, la Vida

Jack (Sean Penn) es un lobo de las finanzas en una ciudad de acero y cristal que viste el paisaje sin verlo. Pero hoy, en este día, su mente se adhiere a los recuerdos de infancia. Su hermano trágicamente fallecido, su madre a la que adora, la tortuosa relación con su padre, cada espacio transitado... El mar. El bosque. El río. Y más lejos aún en el tiempo, la Vida. Vagamente consciente de su fe postergada, Jack reconstruye mediante recuerdos el mundo de su infancia buscando una paz y una respuesta que quizá siempre estuvieron allí.
Es necesario aclarar que, pese a sus indiscutibles méritos, el cine de Terrence Malick no es un cine fácil de digerir. Quizá por eso, o a pesar de eso, es uno de los directores que más atención merecen en los últimos tiempos. Sus dos últimos filmes, "El nuevo mundo" (2005) y la presente "El árbol de la vida" le insumieron dos y cuatro años de dedicación exclusiva, respectivamente. Esa dedicación se traduce en resultados visibles: pocas veces asistirán a un evento de tal magnitud compositiva en cine. James Cameron y su "Avatar" quedan en ridículo al lado de los veinte primeros minutos de esta joya, que aunque descolla por su fotografía y preciosismo visual no se queda atrás en lo que respecta a su argumento.
Sean Penn, Brad Pitt y Jessica Chastain, que componen la tríada fundamental de personajes adultos, están correctísimos y convincentes en sus roles. Pitt despliega aquí con sobriedad su madurez artística y deja en un lógico segundo plano a Penn, ya que su personaje tiene un mayor peso específico durante el relato del pasado, de la infancia.
Hay personajes adicionales en esta trama que merecen mención aparte. La secuencia que representa el origen del Universo, de la Tierra y la vida en ella, sólo con imágenes, sonido ambiente y música, es la antesala a estos personajes deshumanizados. Dios y la naturaleza, la compañía omnipresente de la familia O´Brien, forman también parte de esa familia y no constituyen sólo una metáfora que redondea la película.
Lo único que resta en este filme que encabezaría cualquier lista de "mejores del 2011" es ese juego de estiramiento de clímax que fractura la cadencia de los últimos minutos. También hay que tener en cuenta que aquellos que entren a la sala buscando sólo evasión y entretenimiento saldrán (qué duda cabe) entre perplejos y abrumados.