El Ángel

Crítica de Vanesa Fognani - Negro&White

Redescubrir con una melomanía excitante clásicos sesentones que nunca hubiese explorado en mi diminuta vida musical, verme bailando de manera irrisoria con exaltación Corazón Contento de Palito Ortega o tarareando la versión argenta del tema La casa del sol naciente – la original es The Animal- cantada por un Palito hermosamente lisérgico -usada como telón de una escena de amorío y fantasía entre dos rateros- o aún más extraño, poner en el podio de mis temas preferidos en habla hispana El extraño de pelo largo de la Joven Guardia. Me volví fana de la playlist de Billy Bond, la que escucho con insistencia gran parte de mi día. El Angel, de Luis Ortega, hizo que haga doblete con una película argentina – rara vez lo hago en el cine- y que me vuelva animosamente melómana.

Al principio me hice la viva y bardeé un poco el tráiler, el hedonismo romántico me daba cierto temor por presenciar el endiosamiento de un asesino serial, después me tranquilicé y recordé que otras películas de facineros como Dahmer de David Jacoson o Monster de la gran Patty Jenkins también han usado un tono novelero para retratar a un criminal que termina por seducir al espectador. Esos rulos mágicos de Carlitos (Robledo Puch) comienzan a moverse desde la primera escena y desde ahí nos paramos ante a este torbellino: con su polera roja de jersey y su pantalón pata elefante se sacude con movimientos agogo con el clásico El extraño de pelo largo.

Luis Ortega maneja como los dioses la cámara, hace actuar bien hasta una tarántula, sabe dirigir. Lorenzo Ferro, principiante, tiene una fotogenia divina (hablemos de voluntad), el pibe es un novato que contruye un asesino que comienza a delinquir con cierta inocencia, para transformarse luego en un malhechor despreciable. El coqueteo de Ortega con la cámara, me rememoró ese flirteo esplendoroso de Sofía Coppola en Adoro la Fama, también una película de jóvenes delincuentes (basada en hechos reales). El Angel tiene algo de Coppola: la forma de narrar, esa opulencia elegante de Sofia – además del uso que hace de la banda sonora- con esos paneos hermosos y ese transitar musicalmente popero.

Carlitos se enamora de manera platónica de Ramón (Chino Darin) un compañero de la “escuela técnica”, lo busca primero a para irse a las manos y luego para convertirlo en su primer compañero de robo. La histeria y la tensión entre Ramón y Carlitos se muestran de manera lúdica toda la película, se buscan de manera inocente y el deseo se transforma en un estado salvaje de violencia. “Yo quisiera que sepas que nunca quise así, que mi vida comienza cuando te conocí” bailan juntos en una fantasía onírica que cinematográficamente es perfecta y describe el estado idealista de la relación.

Ortega es inteligentísimo y se la juega por el título noticioso de la época en donde mostraban a El Ángel como un “invertido” y plantea un ida y vuelta entre Carlitos y Ramón que fluye y atrae. Carlitos es reflejado en el espejo de una joyería, un plano difícil de hacer, allí juega a ser Evita, ese segundo de escena se vuelve lo mejor de la película, los ojos humedecidos de un Puch femenino con aretes de perlas, transforman al joven en una vamp. Ramón lo apoya por detrás y el soliloquio del el ángel se trasforma en una ventana en donde se muestra la comunión de amor de entre una pareja de bandidos.
Pero ese esplendor comienza a volverse sórdido y oscuro y el instinto criminal delinea el final fatídico de unos de los asesinos más sanguinarios de la Argentina. Y la entelequia del criminal propuesta por Ortega baila y se mueve al estilo boogie woogie con la música de la joven guardia de fondo y la revitalización de El extraño de pelo largo comienza a apoderarse del espectador, una vez mas. Valoración: Muy Buena