El amor menos pensado

Crítica de Ricardo Filighera - DiarioShow

Cuando queda un espacio vacío...

Con una metódica tarea en varios rubros del mundo cinematográfico, sobre todo en la producción, Juan Vera hace su debut como director en “El amor menos pensado”, con un guión que también le pertenece y es eficaz en contenido, situaciones y climas. Dicha historia está centrada en el día después de la partida del hijo adolescente de Marcos y Ana hacia España.

Para el matrimonio, fundamentalmente para la madre, la nueva experiencia del "nido vacío" empezará a sentirse fuerte a medida que pasan los días. Así comienza un camino de angustia, desazón y tristeza. Así dadas las cosas, la pareja comenzará a sentir dudas existenciales en su vínculo, como se señalaba antes: un abatimiento general, oportunidad en el que aflorarán los replanteos y que motivarán, en consecuencia, aquella pregunta que se encuentra rondando sus mentes y que devendrá en la inevitable inquietud: “¿estamos enamorados?”.

Evidentemente que la respuesta es “no”, lo que pone en jaque una y otra vez, aquel sentimiento pilar. En consecuencia, Marcos y Ana deciden encarar una nueva etapa de sus vidas, dándole vuelta la página a su relación, y encarando sus universos desde cero, con todo lo que eso implica para una pareja de alrededor de 50 años cada uno.

Tanto él como ella darán el puntapié inicial, como lo habían hecho en sus años mozos, en la aventura de conocer nueva gente, pero esta vez con nuevos códigos de relaciones, soportes virtuales, aplicaciones ultramodernas y que los encuentra a ambos descolocados y a mitad de camino.

Esas nuevas experiencias generarán episodios en donde el humor, el perfil bizarro, contradictorio y sorpresivo del vínculo humano volverá a replantear a los protagonistas que “no todo tiempo pasado fue peor” y en definitiva, la relación de pareja y la convivencia forman parte de una cajita de cristal tan frágil, tan suave y tan delicada que es necesario tratarla con sumo cuidado y guantes de seda para que no se hiera, no se raye, no se debilite y menos aún, se rompa.

Marcos y Ana comprenderán dicha circunstancia y serán conscientes que tamaña empresa, como para cualquier hijo de vecino, requiere de tolerancia, equilibrio y por sobre todo, de mucho afecto. Ricardo Darín y Mercedes Morán componen con mucho sentimiento, pulso firme y con una pátina de humor, decididamente bella, a una pareja en discordancia afectiva pero que pide a gritos, como lo puede pedir cualquier mortal sobre esta tierra, una segunda oportunidad.

Para resaltar, también, como verdaderas perlitas, las labores interpretativas de reparto a cargo de Luis Rubio, Claudia Lapacó, Andrea Politti, Jean Pierre Noher, Claudia Fontán, Andrea Pietra, Norman Brisky, Gabriel Corrado y Chico Novarro, en inolvidables secuencias de ternura y comicidad.

Por otra parte, también auspicioso el debut de Darín como productor a través de un vehículo tan arraigado en la historia del cine argentino como lo es la comedia romántica y en la que aquellos grandes intérpretes de la talla de Roberto Airaldi, Osvaldo Miranda, Aída Luz y Amelia Bence, entre otras figuras, marcaron tendencia y singular huella.